Adiós, Mancera

Miguel Mancera dejó la Jefatura de Gobierno lejos del 70% de aceptación con el que llegó, pero con un poder mayor al que tenía en 2012, cuando ganó por 44% de diferencia: 63.58%, frente a 19.73% de Beatriz Paredes y 13.61% de Isabel Miranda de Wallace. Una estampa describe su gestión, el nuevo Reglamento de Tránsito: buena idea, costosa en popularidad, necesaria si hablamos de política pública, mal comunicada, sin defensores, resultados positivos, pero mal informados a la ciudadanía. El Reglamento como reflejo del gobierno mancerista: buenas ideas, decisiones costosas pero necesarias, mala comunicación, un gabinete que rara vez se puso enfrente para defender a su jefe y resultados presumibles, pero mal contados. La administración de Mancera estuvo llena de buenas intenciones. Del Fondo de capitalidad al incremento del salario mínimo, pasando por la primera Constitución de la CDMX, el Médico en tu casa, el crecimiento de ecobici y Metrobús... También se quedan pendientes. El mayor, la inseguridad. Su talón de Aquiles fue la comunicación. Tuvo cuatro directores en esa área. Fernando Macías, el de mayor influencia. Oscar Kaufmann, un desastre que jamás conectó. Julián Andrade, no pudo tomar las riendas. Y Zarife Maza, con más orden en los tres meses finales que en los últimos tres años. El gobierno capitalino perdió oportunidades para contar buenas cosas. Vuelvo al Reglamento de Tránsito. Cuando entró en vigor, a Mancera le llovieron críticas. Las explicaciones no alcanzaron a comunicar la decisión que, conforme avanzó el tiempo, demostró funcionar: se redujeron accidentes y se salvaron cientos de vidas. Mancera tuvo la verdad de los datos duros, pero su equipo no supo venderla. Cuando recién llegó al gobierno, lo entrevisté. La ciudad acumulaba problemas eludidos por sus antecesores, para no perder popularidad, le dije. “Tomaré decisiones responsables, aunque no sean populares (…) no gobernaré con encuestas de aprobación en la mano”, dijo. El Reglamento es botón de muestra. Una decisión poco aplaudida que sirvió, más allá de quién la implementó. En lo político, avanza un Mancera empoderado que no se extingue con su gobierno. En menos de seis años se apropió de los hilos de la Ciudad. Desactivó a la oposición y la convirtió en aliada. Se hizo de la presidencia del PRD, vía Manuel Granados, primero en la CDMX, a través de su mano derecha Luis Serna, y su operador político, Héctor Serrano. Empujó a Alejandra Barrales hasta hacerla candidata a la CDMX; palomeó nombres para el Senado, cámara de diputados, gubernaturas, Congreso CDMX, alcaldías... El tamaño del PRD no le alcanzó para más, pero encareció la negociación con Ricardo Anaya. Hoy tiene dos salidas, más su asiento en el Senado: Jefe de Gabinete, si el panista gana, o la Fiscalía General. Nada mal para él.   OFF THE RÉCORD: Morena y el PRD le ofrecían una plurinominal. Su lealtad estaba con Mancera. José Ramón Amieva cerrará la puerta del Gobierno de la CDMX.     POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN