Durante años y con justa razón hemos criticado los contenidos de tele tachándolos de irrespetar el intelecto de los espectadores. Cuántas veces no nos hemos preguntado: ¿a quién se le ocurrió que eso era buena idea? O ¿quién hizo esa basura?, con la seguridad de que si esas desiciones estuvieran en nuestras manos aun siendo inexpertos, tomaríamos mejores decisiones.
Durante años, los medios de comunicación fueron esas islas lejanas donde sólo algunos privilegiados con ciertas características podían acceder. Características que la verdad distan a la fecha muchísimo de generar buenos contenidos.
El tiempo pasó y las plataformas de redes literal generaron una verdadera revolución mediática. La apertura, la diversidad y el terror que generaron en los medios convencionales, sobre todo la televisión, de no ser más los amos y señores de la comunicación, pueden ser la semilla de una verdadera evolución.
Parece casi una comedia romántica del futuro en los medios y la raíz idealista en la que somos nosotros a los que se nos tiene que ocurrir esa idea; los generadores de aquel contenido del que antes sólo éramos espectadores.
La apertura me parece a la fecha fascinante, pero diario me topo con la cantidad de lugares comunes y decadentes que premian a los medios digitales que tristemente también comienzan a sistematizarse en el peor concepto de “sistema”.
Considero que es momento de hacernos responsables de nuestros comentarios, reacciones y posturas en las redes sociales y la manera en la que nos relacionamos con ellas para que digan de nosotros más que prejuicios; odio y violencia.
De la misma manera aplaudo y me llena de orgullo encontrar contenidos en redes inspiradores y rompedores, porque ponen al descubierto que las plataformas están ahí para que digamos algo más que quejas e insultos, pueden no sólo mostrarnos a nosotros intereses y deseos, sino transformar y enaltecer esa idea original de que si fuéramos responsables de decir algo, intentaríamos decir lo correcto.
Lo correcto es más que un concepto moral, se atribuye a tomar desiciones que conectan mente y corazón, esas decisiones que estoy segura podrían cambiar al mundo sin importar que fueran disparadas desde una insignificante tableta.
Para que cada dispositivo, computadora y celular más que estar conectados a una base de datos, vuelvan a conectar personas y su verdadero deseo de comunicarse.