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En el año de piojos

OPINIÓN

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Cuando Miguel Herrera asumió la dirección técnica de la Selección Nacional de futbol varonil, hace ya varios años, la clasificación del Tricolor pendía de un hilo y los ánimos en torno al combinado nacional eran –por decir lo menos– muy oscuros. Ahí apareció El Piojo, con un equipo bien armado, utilizando como base al que todavía dirigía: las Águilas del América.   Con la ligereza y seguridad que la caracterizan, asumió el reto, y consiguió ante Nueva Zelanda la primera clasificación por la vía del repechaje para México. En aquel entonces, los ánimos nacionales se fincaban en un líder de grupo que emanaba ese carisma de viejo barrio futbolero que hipnotiza al mexicano aficionado al futbol: todos confiábamos en El Piojo.   Parecía la trama perfecta para un jugador ahora transformado en entrenador, que en sus días de futbolista se había quedado a la orilla de la Copa del Mundo de 1994. El carisma de Miguel Herrera se tradujo a la Selección Nacional, misma que nuevamente llamó la atención por su estilo de juego y por plantarse ante rivales de jerarquía, como el anfitrión Brasil.   En Inglaterra incluso se lanzó una campaña para contratar al ahora técnico del América como su técnico nacional. No hace falta ahondar demasiado en el episodio que provocó la salida del Piojo del seleccionado nacional; uno de tantos altercados que ha protagonizado a lo largo de su carrera en el futbol.   El carisma de Herrera es opacado una y otra vez por sus exabruptos y declaraciones desafortunadas. Hace algunas jornadas el problema fue con Hernán Cristante, técnico del Toluca. Sin importar quién haya comenzado la bronca, el asunto terminó con ambos técnicos expulsados y aceptando que se habían equivocado.   El Piojo aseguró haber cambiado y que buscaría no entrar en más conflictos. Hace una semana fue el foco de atención al asegurar que tres de sus futbolistas habían sido agredidos por la policía de Toronto, durante el duelo de semifinales de la Liga de Campeones de Concacaf en aquella ciudad. Esta situación fue contradicha por el entrenador rival y la misma policía.   También aseguró que había una campaña en contra de su equipo y que el arbitraje (un tema recurrente en los discursos de Herrera) los había perjudicado. ¿Entonces resulta que no aprendimos ni cambiamos tanto, verdad Miguel?   De cara a la Copa del Mundo, El Piojo ha dicho que le encantaría volver a la Selección Nacional a pesar de que todavía hay un técnico en el banquillo que, si bien afirmó existía una posibilidad para que saliera, también dejó entrever que, dependiendo de los resultados en Rusia, podría permanecer.   Al margen de sus capacidades como entrenador, está claro que Miguel Herrera no ha cambiado ni lo hará en un futuro cercano. Una segunda etapa al frente del Tri sería un error, porque el carisma no es suficiente para cambiar la dirección del seleccionado nacional. Como dice el dicho: “En el año que es de piojos, no sirve cambiarse de camisa”.   Marion@versus.mx