Lo dije hace un par de años cuando vi por primera vez The Witch y ahora, gracias a Un lugar de silencio, lo rectifico: estamos viviendo en una nueva época de oro del cine de terror (que estarían junto al podio del Expresionismo Alemán y las slasher film de finales de los 70).
Más que ningún otro género, el terror es aquel que mejor ejemplifica el tiempo y espacio de una cultura: hace cerca de un siglo, la obras de FW Murnau, Robert Wiene o Fritz Lang proyectaban en sus Nosferatus y Golems los reveses de una generación alemana condenada a vivir la humillación de una guerra perdida y su necesidad de encontrar una identidad.
Esta frustración - la tesis general del Gabinete del Dr. Caligari- dio pie al Nazismo. Por su parte, la Guerra Fría también fue partícipe de dos parteaguas fílmicos: el sci-fi paranoico de los años 50 y la inminente lucha espacial, así como el nacimiento de iconos como Michael Myers, Jason Voorhees o Freddy Krueger, monstruos –eminentemente rusos- que atacaban el american way of life: los suburbios y la familia idílica.
Miedos del siglo XX
Hoy, los monstruos no son asesinos con máscaras de hockey ni hombres lobos, los miedos de esta generación se han vuelto menos folclóricos (hay una relación directa entre el frenesí del Y2K y la moda de los zombies, el fin del mundo recurrente de la cultura pop del siglo XXI) y hasta en cierta forma, con obsesiones coyunturales: The Babadook, It Follows, The Witch y Get Out hablan sobre desórdenes psicológicos, racismo y hasta la pubertad. Ahora, dentro de esta élite, se debe incluir Un lugar de silencio, cuya lectura básica se puede resumir al miedo a ser padres.
Este tema no es nuevo
El Bebé de Rosemary, un embarazo, The Last House on the Left, de Wes Craven, explora la venganza paterna ante los asesinos de su hija, o hasta Tiburón tratan sobre esta necesidad biológica de cuidar a nuestra progenie; pero la diferencia de este filme, escrito, dirigido y protagonizado por John Krasinski, es un gimmick que la vuelve memorable: en un futuro postapocalíptico, una serie de criaturas cazan a los seres humanos cuando emiten el menor ruido.
Cambia la perspectiva
Como debe dictar una buena película de terror, Un lugar de silencio, cambia la perspectiva de lo que es una vida normal y pone sobre la lupa la supervivencia y fragilidad del ser humano; pero Krasinski no sólo entrega una historia emotiva, también realiza un despliegue técnico admirable: los primeros 10 minutos transcurren en silencio y elevan la experiencia fílmica a otro nivel, nos sentimos parte de la historia, de esta familia que cada decibel que emiten es sinónimo de muerte; pero al mismo tiempo, también percibimos con otros oídos el sonido ambiental de una sala de cine: espiración, palomitas de maíz, pisos pegajosos y gritos, porque sí, habrán muchos gritos.