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Cuando eres el peor ejemplo

OPINIÓN

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Salía de comer de un lugar de sushi en la Roma cuando una señora se acercó a mí para tomarse una foto y me dijo: “Le encantas a mi hija, siempre dice que ama cómo te vistes porque estás muy flaquita y por eso no quiere comer”. La niña de la que hablamos tiene 12 años. Me tomé la foto y sentí una patada en medio de la panza. La señora se fue y la sensación que me dejaba era de fracasar completamente. Esto es todo lo que veo mal en el mundo. En varias ocasiones he dicho que lo más valioso de trabajar en los medios o lo que es importante para mí, es el hecho de mostrar una opción de chava, tal cual es, imperfectísima. Porque el único acierto que me podría atribuir es exactamente de dejarme ser y comportarme casi como un accidente de la manera más real que puedo. A veces los cánones van más allá de nuestras teorías, y sabemos bien que los cánones de belleza femenina son demasiados e imposibles por ende aun brincando varios, que incluirían una nariz y ojos demasiado grandes, una cara manchada y un cuerpo no muy curvilíneo. Mi imagen sigue siendo capaz de encasillar ideas y vender márgenes a niñas de 12 años. Mi pesadilla y mi fracaso, ni siquiera estaba segura de abordarlo en esta columna, pues me parecía casi aceptar una enorme derrota. Quiero pensar que el mensaje debe ir un poco más allá, empezando por lo que se le contesta a una niña que dice que no quiere comer para verse “bonita”. A cada niña y a cada mamá que se topan con el momento en el que se puede hablar del tema de identidad, recordar que el enorme peligro está en intentar modificarnos para entrar en nuestra idea porque la “idea” siempre debe partir de nosotras tal y como somos sin necesidad de dejar de hacer absolutamente nada para estar satisfechas. Los moldes definitivamente están para romperlos, especialmente cuando de manera natural no cabes en ellos. Cada día más intento pensar en que podemos aportar a la libertad y autoaceptación de las niñas que crecen a la par de una sobreexposición física en un mundo digital que las califica y les pone o quita likes. Creo que la actitud no podrá bajar la guardia, seamos contestonas, incómodas, respondonas, exageradas, libres, intentemos tener caminos que pongan al descubierto que jamás seremos empáticas a la manera en que nos domestican. Más allá de un cuerpo delgado y de la enorme desilusión que me hizo saber que puedo generar reacciones que justo me gustaría evitar... esta señora y esta niña me recuerdan que hay mucho que romper. Que seas un referente grande o pequeño tienes que tomarte como mujer muy en serio tu papel de rompedora de esquemas, hasta donde te sea cómodo... hasta donde te sea real. Termino la columna y me pongo mis jeans y por primera vez en mucho tiempo dudo que su talla sea la correcta y no tiene nada que ver con el tamaño, sino con el referente, con las niñas que sienten en el mundo que deben caber en ellos cuando vivimos en un mundo que desde siempre le queda chico a sus pantalones.