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La zanahoria de la meritocracia

OPINIÓN

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Como cada cuatro y seis años, respectivamente, las charlas de sobremesa son dominadas por dos temas: la Selección Mexicana y las elecciones. Siendo México “el lugar surrealista por excelencia”, como dijera alguna vez André Breton, poeta y principal expositor del surrealismo, no podía estar fuera de nuestro destino que estos dos acontecimientos sucedieran de manera simultánea. Ambos ejes de discusión parten las aguas e indudablemente existen paralelismos importantes que una y otra vez podemos trazar cuando se cumplen los ciclos políticos y futbolísticos. El primero y más claro tiene que ver con la repetición de argumentos que no tienen ningún sustento ni análisis claro. En la política se habla de quienes no salen adelante porque no quieren y prefieren vivir en el asistencialismo; en el futbol se acribilla a la Selección por su mentalidad. En ambos casos, la miopía es aterradora. Decir que quienes viven en condiciones de pobreza y desigualdad lo hacen porque quieren y porque no se esfuerzan lo suficiente, habla de un desentendimiento brutal de la realidad y de los propios privilegios. Decir que un futbolista profesional no tiene mentalidad ganadora y que le da lo mismo perder, es no entender los mínimos conceptos del juego ni del deporte de alto rendimiento. Desde hace décadas estos han sido los argumentos fáciles para quienes practican ávidamente la crítica de sillón y la descalificación. La vida dista mucho de ser una meritocracia, por lo que debemos trasladar el análisis del Tri a otro eje si es que esperamos que en algún punto trascienda. Mucho se habla de los estilos previos en comparación con el actual del futbol mexicano. La Volpe y Mejía Barón fueron considerados técnicos visionarios, con la amnistía de la duda en torno a la calidad de sus jugadores; en cada ocasión también había quienes repudiaban a los entrenadores diciendo que estaban desperdiciando a la mejor generación de futbolistas mexicanos. ¿Les suena familiar? Con Osorio y sin él, México se ha estancado en el papel de fuerte competidor, con jugadores y técnicos que sorprenden de manera agradable pero que no pasan de formar parte de una selección que es simple animadora. Así que, más allá de hablar de Osorio como un genio incomprendido sin materia prima o como un vendehumo que no puede emular lo que desea (equipos como España con Del Bosque y Chile con Sampaoli, por ejemplo), ¿por qué no nos preguntamos qué condiciones han encontrado otros países más “privilegiados” para sobresalir? La plataforma que permitirá crecer a la Selección está en los clubes; y el nulo compromiso de quienes los manejan por darle al Tri otra salida, es el principal freno a ese burro que sigue persiguiendo la zanahoria de la meritocracia. México se ha estancado en el papel de fuerte competidor, con jugadores que sorprenden en un equipo que es animador.