La actual coyuntura internacional ubica a México en un dilema de seguridad. Todo está cambiando, más aún ante una eventual nueva generación de la carrera armamentista global del siglo XXI. Estados Unidos ya dio el primer paso con el incremento de unos 74 mil millones de dólares en su presupuesto militar anunciado para 2019 y las declaraciones del presidente Donald Trump de tener lo más sofisticado en materia de seguridad y defensa.
Para explicar esto, recurro a las categorías de análisis del politólogo estadounidense Joseph Nye Jr (2011), para quien "el poder es la capacidad de hacer cosas y afectar a otros para obtener lo que queremos; las relaciones de poder dependen de lo que piensa una víctima; tiene tres capas: militar al frente; en medio el económico y en el fondo están las relaciones trasnacionales; no sólo incluye a las instituciones, sino a los banqueros y los terroristas; toma en cuenta las pandemias y el cambio climático. El poder suave se manifiesta en las instituciones, valores y la cultura; el duro en recursos militares —económicos y el poder inteligente se traduce en la diplomacia, la defensa y el desarrollo. Este último requiere convertir recursos en resultados deseados, donde las estrategias y el liderazgo inteligente deben prevalecer. El poder depende siempre del contexto".
Si consideramos estos principios, podríamos preguntarnos ¿cómo México utiliza estos tres tipos de poder? Quizá donde hemos hecho un buen papel es en el poder blando (imperialismo cultural mexicano), pero tengo mis reservas en cuanto al poder inteligente, porque la conjugación del poder suave y duro son necesarios para la emanación de este último. Entiendo que el poder duro en nuestro país se ha dejado a un lado dada nuestra tradición pacifista y por la naturaleza de la política exterior (artículo 89 fracción 10 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos). Sin embargo, y tal como lo discutía con un general del Ejército mexicano en retiro, "los ejércitos modernos son indispensables no sólo para la seguridad nacional, sino para el status de un país y su prestigio a nivel global".
Quizá la idea de desarrollar una industria de defensa propia pueda ir incorporando elementos de poder duro a nuestro país. Un buen comienzo es el proyecto iniciado en 2017, a través del gobierno federal, la Sedena y el gobierno de Puebla, encabezado por Antonio Gali Fayad, coordinaron acciones para trasladar la industria militar y concentrar fábricas, almacenes, talleres, laboratorios y unidades militares en la zona " la célula" en el municipio de Oriental, a lo que se destinó una inversión inicial de mil millones de pesos para adecuar los predios y arrancar el proceso de construcción de las instalaciones, que generará —en su primer etapa— 5 mil empleos directos.
Con esta acción, las unidades de producción y ensamble se concentrarán en un parque industrial en desuso, donado por la administración de Gali, a donde se trasladarán 4 mil 400 militares. El proyecto lleva un avance de 60% y para 2019 la inversión alcanzará los 9 mil millones de pesos y generará 12 mil empleos.
Martes 21 de Enero de 2025