Tres anuncios por 301 crímenes

Una madre arrostra –con toda la dignidad y dolor como le es posible soportar– la muerte de su hija. Demanda justicia. Exige al jefe de la policía local que tome cartas en el asunto, que investigue el asesinato. Particularmente por la saña con que fue cometido: la violaron mientras moría, y la quemaron viva. Lleva su coraje a las calles: coloca, en espectaculares su reclamo. Hace pública su insatisfacción, evidencia que hay omisiones en la no-indagatoria y exhibe la inoperancia de la justicia. Sin embargo, la mujer, víctima de la violencia de una sociedad que sistemáticamente es desigual con el género, es revictimizada por su entorno. Que si es injusta al reclamarle al jefe de la policía (moribundo, el pobre, por cáncer), que si exagera en considerar que hubo una inusual, grave y enferma mecánica en el homicidio (básicamente le piden que “la deje ir ya en paz”), que si mejor debiera irse a su casa a atender al hijo que le sobrevive, que si no es consciente del daño que le genera a la sociedad al ensuciar el impoluto trabajo de las autoridades machacando ante la opinión pública con el fantasma del feminicidio, cuando, le confrontan, no hay tal. La historia es un relato de ficción cinematográfica, pero podría ser una escena costumbrista en esta entidad, ¿cierto? Uno puede hasta ubicar de inmediato una docena de municipios donde esas escenas o algunas muy parecidas ocurren. Sin embargo, al menos por esta vez, sólo se trata de la necrohumorosa pluma en el guion y dirección de Martin McDonagh, realizador de la película Three billboards Outside Ebbing, Missouri (espantosamente traducida aquí como Tres anuncios por un crimen). La premisa (spoiler alert) de la historia versa sobre los conflictos que enfrenta Mildred Haye (Frances McDormand), por denunciar públicamente que le dieron carpetazo al ensañado asesinato de su hija, muerta en las condiciones que no vale la pena seguir invocando, ni en la imaginación. Colocó tres espectaculares a las afueras de su pueblo, Ebbing, en Missouri, en el que reclama la justicia con la frase, partida en tres carteleras: “Violada mientras moría / Y aún así ningún arresto / ¿Cómo es posible, jefe Willoughby?”. La respuesta del pueblo es de rechazo, violencia física y social, y estigmatización de haberse vuelto la loca del pueblo. El resto de la trama y el desenlace son inmejorables, y necesariamente invitan a la comparación con el contexto local. El año pasado, en Neza, vejaron y asesinaron en una combi a la niña Valeria. Al padre, quien la recogió de la escuela en bicicleta y la subió al transporte público cuando comenzó a llover, hubo quien le transfirió responsabilidad por dejarla sola. En serio: algunos lo responsabilizaron. En 2015, en Lerma, a Fátima la violaron y torturaron tres de sus vecinos, y le dejaron caer una piedra en la cabeza para matarla. Pese a las evidencias, los vecinos recriminaron a la familia que hubiera denunciado el hecho y puesto en prisión a uno de los tres responsables. Los criticaron al grado de obligarlos a desplazarse, pues sufrieron violencia y amenazas de muerte. Es en serio, también. Historias de éstas hay muchas. Acciones como aquellas en las que termina la película, ninguna. Así que vaya, desde aquí, nuestros propios tres anuncios por los crímenes en el Edomex: Trescientos un homicidios dolosos contra mujeres / 64 de ellos, feminicidios reconocidos por el propio gobierno / ¿Hasta cuándo?