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Cómo dar más poder a los ciudadanos

OPINIÓN

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Seguramente muchos de ustedes tienen algún folleto, libro, juego de mesa o material audiovisual que les ha regalado su banco, casa de bolsa, Afore o aseguradora en la que se menciona el término “educación financiera”. Esta práctica es muy común y con ello los intermediarios financieros y diversas autoridades buscan promover conceptos financieros básicos que son fundamentales para que las personas vivan mejor. La educación financiera, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), es el proceso mediante el cual las personas podemos adquirir conceptos y productos financieros y podemos desarrollar habilidades para tomar decisiones informadas, evaluar riegos y oportunidades financieras con el objetivo principal de mejorar nuestro bienestar. Sin embargo, los datos indican que no hemos sido muy efectivos en lograr el objetivo. De acuerdo con información de la OCDE, se encontró que sólo la mitad de los adultos en los países del G20 (entre los que está México) alcanzó el puntaje mínimo de al menos seis de los nueve comportamientos financieros necesarios para mejorar el bienestar financiero. El estudio también encontró que algunas de las áreas más débiles se relacionan con la elección de productos financieros, por ejemplo, sólo 15 por ciento de las personas busca asesoramiento o información independiente para tomar una decisión informada antes de contratar un producto financiero. Por otra parte, estimado lector, ¿usted entiende honestamente lo que es educación financiera? Mi percepción es que no hay mucha claridad de lo que este concepto implica en la población, pero más importante aún, nos falta mucho para que la alfabetización financiera (como le llaman en habla inglesa a la educación financiera) sea una habilidad esencial que nos sea inculcada desde niños. En un contexto en el que los servicios financieros cada vez son más complejos y la oferta de servicios se incrementa y se digitaliza, mucha gente puede seguir o incluso acabar excluida del sistema financiero, de los beneficios que éste otorga. Muy seguido, la gente acaba optando por contratar el producto que le ponen más a la mano, el que ofrece el promotor más insistente, o porque le regalaron boletos gratis para el cine. Si en nuestro país queremos dar más poder a los ciudadanos, poniéndolos a cargo de sus decisiones financieras y de su bienestar, es fundamental que fortalezcamos sus habilidades a través de programas de educación financiera desde niños, pero también que pongamos a disposición de los usuarios más y mejor información para tomar decisiones adecuadas. Otros efectos serán una mayor demanda de productos financieros y mayor competencia entre proveedores de servicios. Una idea para concluir: ¿qué les parecería que previo a contratar cualquier producto o servicio financiero, el proveedor estuviera obligado a entregarnos las cinco características más importantes del producto y un comparador de precios con otros proveedores?  

columnistas El Heraldo,

@bernardogr77