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La pesadilla argentina

OPINIÓN

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Lo que pintaba ser la final del siglo y la reivindicación del futbol argentino a nivel mundial, terminó como una pesadilla. Incluso después de que ya se jugó el partido de vuelta de la Final de la Copa Libertadores 2018 en Madrid y que River Plate ha quedado campeón, se desconoce si permanecerá el resultado obtenido en la cancha o si el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) determinará lo contrario, dando por ganador al Boca Juniors en la mesa. Algo similar aconteció en 2015, en el mismo clásico argentino y en el mismo torneo continental. En esa ocasión, ante las agresiones sufridas por los jugadores de River Plate en el túnel de salida a la cancha del estadio La Bombonera de Boca Juniors, la Confederación Sudamericana de Futbol (Conmebol) determinó dar por terminado el partido 3-0 a favor de River Plate, con lo que obtenía el boleto a los cuartos de final del torneo, que a la postre ganaría al derrotar en la final 3-0 a los Tigres de UANL. Sin embargo, este tipo de comportamiento y agresiones en el futbol argentino no son nuevas, ni aisladas. Por el contrario, es una constante que se repite frecuentemente. Desde hace muchos años, los aficionados de un equipo de futbol en Argentina no pueden acudir a un clásico cuando su equipo juega de visitante. Niños y mujeres también han quedado marginados de los estadios ante la vorágine de las barras y grupos de aficionados, que bajo el argumento de que el futbol es pasión, consideran que cualquier comportamiento es permitido. Juan Villoro hace referencia a una extraña, pero ejemplificativa experiencia: “En 1974, asistí a un River-Boca en el Monumental. En las gradas, un hincha me preguntó: ‘¿Sos mexicano?’. Asentí y quiso saber si era cierto que en el Estadio Azteca el equivalente a un hincha de Boca podía sentarse al lado del equivalente a un hincha de River. Le dije que sí. ‘¿Y no se matan?’, me vio con curiosidad. Pensé que celebraba la condición pacífica del futbol mexicano; reflexionó unos segundos y dijo de manera inolvidable: ‘¡Pero qué degenerados!’”. Al cobijo de dicha “pasión” se mueven los hilos de muchas actividades que nada tienen que ver con el deporte y que lo han secuestrado. Derechos de piso; reventa de boletos; extorsión a jugadores, entrenadores y directivos; robo; riñas y agresiones por el control de grupos y venta de drogas son actividades comunes de las barras y grupos de animación. Incluso, se ha documentado el uso faccioso de dichos grupos para fines políticos. Todo esto permitido, y en algunos casos promovido, por los mismos dueños de balón. Así, al ver las barbas de nuestro vecino sudamericano cortar, es un buen momento para poner en México las nuestras a remojar. Si bien en nuestro país no se ha llegado a estos niveles de violencia, con más frecuencia encontramos este tipo de comportamiento en los estadios. En nuestra memoria aún tenemos lo sucedido en las inmediaciones del estadio de Tigres en el último clásico ante Monterrey, en el que de milagro Rodolfo Manuel Palomo Gámez no perdió la vida, tras ser cobardemente agredido por aficionados rayados. El reglamento de la Federación Mexicana de Futbol (FMF) es claro y establece que los clubes deben trabajar en coordinación con los gobiernos para preservar la seguridad en los estadios. Con respecto a las barras y grupos de animación, los clubes tienen la obligación de credencializar a sus integrantes, recabando datos como CURP, fotografía y domicilio, y tienen prohibido regalar a dichos grupos boletos y facilitarles viajes o transporte a los partidos. También los clubes deben hacer cumplir la prohibición del uso de bengalas y mantas en los estadios, así como de cánticos que instiguen a la violencia. Ante constantes violaciones a esta regulación por parte de los clubes, la FMF debe ser más enérgica, exigir su cumplimiento y sancionar de manera ejemplar a quien incumpla. Por su parte, las autoridades en todos los niveles deben asegurar el Estado de Derecho y aplicar las sanciones que establece la Ley General de Cultura Física y Deporte, misma que señala que comete un delito quien realice actos de violencia en el estadio, transporte, la sede del duelo o inmediaciones del recinto, así como la participación en riñas. La violencia en los estadios es un problema que debe atacarse como un ilícito, y no simplemente como una leve infracción administrativa, que queda saldada con el pago de una multa. Sólo así podremos evitar el secuestro de nuestras gradas. Finalmente, los aficionados deben entender que el deporte y el futbol son actividades que enaltecen el cuerpo y el espíritu, así como los valores y el juego limpio, por lo que deben evitar a toda costa actos de violencia, agresiones y discriminación en los estadios. El futbol es un espejo que refleja de manera acrecentada a la sociedad donde ocurre. No permitamos que nuestro deporte (y como consecuencia nuestra sociedad) se convierta también en una pesadilla.

*Presidente del Pleno de la Comisión de Apelación y Arbitraje del Deporte