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¿Y qué si Roma no se exhibe en cines?

OPINIÓN

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¿Quieres ver Roma en tu teléfono? Allá tú, pobrecito. Qué desperdicio. ¿Teléfono con muy buenos audífonos? Puede cambiar un poco la cosa, porque es igual de importante escuchar la película: los perros ladrando, los sonidos del vendedor de globos o el grito del merolico que hace “bailar” a una calaverita de plástico afuera del Cine Metropólitan; sonidos de Roma, paráfrasis de la milenaria ciudad italiana en la colonia Roma de la Ciudad de México: micro orbe de miles de estertores, en la que también un adolescente puede crecer pasando la tarde oyendo los sonidos de los aviones y los pájaros. ¿Verla en Ipad o tablet? Es un escalón arriba en tamaño, mejor audio ambiental para dos personas. Pero… ¿tratar de disfrutar la escena de la emergencia en la playa en siete a diez pulgadas? De ninguna manera. ¿Y en una buena tele 4K de 42 pulgadas, con sistema de audio Dolby 5.1 integrado en las bocinas? Pues si, bienvenidos al parque de diversiones. Ya están en estándares y como dijo Alfonso Cuarón en Venecia, “tarde o temprano nuestras películas vivirán en ese formato”. Una pasada así es recomendable, “suficiente”... Pero no completa. Roma, la experiencia completa, sólo puede verse en pantallas de cine, en una sala con Dolby Atmos. No hay discusión. Cuarón embotelló los sonidos y las imágenes de la Colonia Roma en este prodigio de película, que puede remover la memoria de cualquier chilango de la época, devolviéndole brillo a sonidos e imágenes infantiles y adolescentes: el sentimiento de pedir a gritos gansitos fríos a media tarde, el rito diario de esperar a papá mientras guarda el coche que apenas cabe dentro de la casa, el sentir de la vida en las azoteas, los edificios, los comercios. Más aún: lo ideal es verla en cine y en la colonia Roma. Explico. La vi en el Cine Tonalá y me provocó lo mismo que Mighty Aphrodite de Woody Allen al verla en Manhattan. Salir a la calle y sentir que la película no ha terminado. Para ver Roma así, saliendo a vivir la ciudad que el cineasta acaba de encajarnos en el corazón, hay que verla en la Ciudad de México. Estoy seguro que vendrán turistas a sentirlo. Por si fuera poco, Roma también hace un apocalipsis en el concepto de nuestro ecosistema urbano y sus clases sociales: los que servimos y los patrones que son servidos somos la misma familia en constante intercambio de roles. Más allá de nuestras diferencias, sobrevivimos o desaparecemos juntos. Mientras continúa hilando su personalísima y arriesgada carrera, Alfonso Cuarón nos trae locos; nadie encuentra un boleto para ver Roma en las salas donde se exhibe en México y al mismo tiempo las grandes cadenas han decidido no mostrarla porque el 14 de diciembre llegará a Netflix y la ventana de exhibición no les parece suficiente. Al final, todo es todo es cine; del alemán “kino”, movimiento. Las grandes cadenas asumieron su postura menos flexible y no se “animaron” a exhibirla. Mal hecho. Sólo esos exhibidores y su público pierden.

Cuarón lo sabe. Bienvenidos al futuro. Disfruten ustedes Roma.

 

Por RENÉ FRANCO @RENEFRANCO