Una de las características de los caudillos y movimientos populistas o populismo, es tener enemigos a los que pueda demonizar.
No les interesa un programa coherente; les importa a qué y a quién confrontar. Y los demonios, los del populismo, son siempre variados, diferentes, múltiples, ocasionales y circunstanciales.
Para los populistas, sus enemigos pueden ser el comunismo, el capitalismo, los oligarcas, el imperialismo, el liberalismo, el conservadurismo, la izquierda, la derecha, el progresismo, la globalidad, el cosmopolitismo, la modernidad, los extranjeros, los de otra raza, los de otras ideas y culturas, etcétera.
Los populistas nunca tienen a un solo enemigo, pues en realidad juntan y combinan a varios, y entre más sean, más miedo infunden entre la población, y más eficaces en su estrategia de aparecer imprescindibles.
Theresa May, por ejemplo, ha identificado como sus enemigos británicos, a la UE, laboristas, migrantes, musulmanes y al euro. Donald Trump lo ha hecho con migrantes, extranjeros, México, Centroamérica, el libre comercio, la globalidad, los rusos, la prensa, los liberales, los demócratas, los artistas y los cineastas.
Eso mismo es lo que acontece con López Obrador. Desde hace décadas ha dedicado parte de su accionar político a localizar o, en su caso, a inventar enemigos. A quienes ya habían fenecido, los puede revivir; a otros sólo los actualiza y a otros más los construye como personajes de ciencia ficción.
Pueden ser personas o instituciones; partidos o grupos; o algo tan difuso, tan vago como la inmoralidad o la maldad; puede intentar eliminarlos, literalmente, o puede –dependiendo de la ocasión– hacerlos sus aliados.
Esto sucede, por ejemplo, con la corrupción y con los corruptos. Para AMLO, la corrupción era el origen, la causa de todos los males del país y de la gente, en consecuencia, durante décadas, se dedicó a ubicar a los que él consideraba como corruptos.
Acto seguido, convocó a la gente a repudiarlos, combatirlos, denunciarlos y, de ser posible, eliminarlos; les llamó minoría rapaz, mafia del poder, enemigos del pueblo, traidores a la patria, fifís y muchos otros más; y desde una estrategia de esta naturaleza, exacerbó el rencor social, transformó a los ciudadanos en vengadores anónimos, y al voto en el instrumento de la venganza.
Lo común con los populistas es que ya en el poder, se olvidan de los enemigos que crearon y de pronto, de manera que parecería insólita, los hacen sus aliados.
Sus enemigos de ayer son sus amigos de ahora, al grado de que a la mafia del poder la ha convertido en grupo asesor, y a los corruptos que antes demonizaba, los integró a sus equipos de trabajo. AMLO alcanzó el poder y ahora construye a sus nuevos enemigos. ¿Quiénes son? Gobernadores, legisladores independientes, la prensa libre, órganos autónomos, la Corte, los disidentes, los partidos que confrontan su poder, los que no votan en sus consultas amañadas, los que votando lo hacen en contra de sus propuestas, los que protestan, los que piensan diferente.
JESÚS ORTEGA MARTÍNEZ
COLABORADOR
@JESUSORTEGAGAM