El precandidato que dio cátedra a Manlio Fabio Beltrones en televisión nacional, que como presidente del PAN ganó más gubernaturas que ningún otro líder de su partido, que aplastó a sus críticos al interior del blanquiazul, que se construyó un Frente a la medida para arropar su aspiración electoral, que arrinconó al Congreso y frenó el pase automático de Procurador a Fiscal General, que tuvo contra las cuerdas al gobierno federal y marcaba agenda cuando quería, se apagó.
Ese Ricardo Anaya no parece haber llegado al 2018. Ahora hay uno que hace cosas que no lo dieron a conocer, que no lo hicieron crecer ni lo enfilaron a la ruta presidencial.
Sus adversarios, que le dicen “cerillo”, ahora se burlan porque “no prende”.
Anaya, más allá de tocar instrumentos y hacer de sus recorridos de precampaña un show, no aparece en la contienda. No da nota. No ha logrado colocar sus ideas. Y la única propuesta que “conectó”, la Renta Universal Básica, fue vapuleada, tanto que dejó de hablar de ella.
No tiene coordinador de precampaña -cuando los otros dos aspirantes presidenciales ya definieron al suyo- y tampoco parece tener mapa de navegación. Y si la estrategia es la no-estrategia que lo guía, entonces hay un problema en su war room. 44 días después de iniciada la precampaña y como candidato único del Frente PAN-PRD-MC, no le ha hecho ni cosquillas a López Obrador.
Si planea esperar a los debates, sorpresa, esos no han demostrado cambiar el rumbo en las contiendas presidenciales. Y si apuesta a los amarres locales, ojo, porque hay gobernadores panistas que se sienten maltratados y coquetean con otras opciones.
Una cuarta parte del proceso de precampaña-campaña ya pasó y el panista no luce cerca del puntero.
Tendría que estar contrastando con AMLO, peleando el liderato con él o al menos construyendo la percepción de que va como #2 de la contienda y ha dejado atrás al precandidato del PRI-Verde-Nueva Alianza, pero lejos de enfilar baterías contra el tabasqueño, luce ocupado golpeando a José Antonio Meade, disputando el segundo-tercer lugar, en una especie de semifinal para conocer al rival del finalista, el precandidato de Morena.
Mientras él y Meade intercambian acusaciones y se lanzan dardos, el tabasqueño avanza cómodo sin ser molestado.
Anaya ha perdido 44 días. Los atributos que le dieron el mote de “chico maravilla”, no aparecen. Le quedan poco más de 150. Sería momento de que terminara de ponerse los guantes y de una vez por todas se suba al ring.
-Off the récord
Su esposa, candidata. Él, con su escaño amarrado. La oposición, a su servicio: el PRI por su lado y sus aliados, el Verde y Nueva Alianza, por el suyo. Anaya, acotado en el estado, y él negociando por su lado con José Antonio Meade. Rafael Moreno Valle y su carambola de tres bandas. Amo y señor en Puebla.