La promesa incómoda de Peña: Elecciones libres

“Como Presidente de la República no tendré intervención alguna en los procesos electorales, salvo (para) garantizar que existan siempre las condiciones de seguridad y paz para el desarrollo de campañas y jornadas electorales”, prometió Enrique Peña Nieto, el 21 de mayo de 2012, en el manifiesto “Por una presidencia democrática”. Este compromiso como candidato de garantizar “elecciones libres”, el punto ocho de su decálogo de “principios políticos”, no lo emitió Peña al calor de un mitin ni lo improvisó en una entrevista banquetera. Fue la propuesta formal a intelectuales, académicos y líderes cívicos con los que se reunió tras la protesta en su contra en la Universidad Iberoamericana, el 11 de mayo de ese año. A casi seis años de esta promesa, con las campañas en curso y con una feroz disputa política en un entorno de violencia criminal, es preciso recordarla porque, al margen de lo ocurrido en el Estado de México --donde puso su gobierno al servicio del PRI para imponer a Alfredo del Mazo--, Peña debe honrar su palabra y no imitar la ilegal intervención de Vicente Fox en la elección de 2006. Y es que a la manera de Fox, su desacreditado porrista, el Presidente inició el año metiéndose en la contienda electoral con alusiones a Andrés Manuel López Obrador: El lunes 15 repudió su propuesta de amnistía, porque “dejar hacer y dejar pasar a los criminales significaría fallar a la sociedad y traicionar a México”, y el martes 16 dijo que el “enojo social extendido” no debe impedir ver los avances, y “que pasemos del enojo a la angustia y a la preocupación”. Hace 12 años, también en enero, Fox activó desde el gobierno una campaña para, además de inaugurar 360 obras públicas y contratar millones de spots, pedir a los mexicanos no arriesgas “lo logrado” y “no cambiar de caballo a mitad del río” votando por López Obrador. Este injerencismo de Fox, que él mismo y el PAN tanto le criticaron a Ernesto Zedillo en el 2000, hizo que López Obrador le pidiera, reiteradamente, a actuar como jefe de Estado y no como jefe de campaña de Felipe Calderón. “¡Cállate, chachalaca!”, le gritó, una expresión que exigía imparcialidad y se fabricó como intolerancia. El Tribunal Electoral determinó, en su dictamen de la elección, que las declaraciones de Fox fueron para exaltar el continuismo del modelo económico y su gobierno, con “alusiones” que “inciden de algún modo sobre posiciones políticas que normalmente atañen a las de los partidos y candidatos contendientes en el proceso electoral”. Aunque fue ilegal la intervención de Fox, hizo ganador  a Calderón: “Esta Sala Superior no pasa por alto que las declaraciones analizadas del Presidente de la República se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios que se califican en esta determinación…” Con sus declaraciones, y los cambios en su gabinete, es claro que Peña quiere beneficiar a José Antonio Meade. Pero nadie debe olvidar, ni él mismo, que prometió elecciones libres. Cumpla, Presidente…