Si México cae, Norteamérica también. De ese tamaño es el desafío. Hablo de un derrumbe pausado, a mediano plazo, como se maneja el timing de la geopolítica. En ese sentido, la presunta injerencia extranjera en la elección presidencial mexicana debe entenderse no como un chisme contra AMLO sino como parte de la disputa entre las grandes potencias por la hegemonía global.
Varias veces en la historia nuestro país ha sido decisivo, por acción u omisión, para definir acontecimientos mundiales. Uno de los casos más conocidos es el Telegrama Zimmerman, que durante la Primera Guerra Mundial el káiser alemán le envió a Venustiano Carranza, proponiéndole que México declarase la guerra a Norteamérica, para distraer a EU del conflicto europeo. A cambio, México recuperaría California, Texas y Arizona. Carranza no hizo caso y EU ganó la guerra, apropiándose del Siglo XX. La inacción de México hizo que emergiera la gran potencia que desde entonces controla al mundo desde Washington. Sus enemigos, se dice, no han dejado de intentar des- estabilizarlos desde tierras aztecas: lo mismo nazis, soviéticos y castristas, que Al Qaeda.
El valor geográfico, demográfico y energético de México lo convierten en sí mismo en un botín apetitoso, potenciado aun más por el trasiego de droga y lavado de dinero. Por estas implicaciones, la elección presidencial de julio próximo ha sido calificada por el Centro de Estudios Woodrow Wilson, como la más estratégica de los últimos tiempos respecto a los intereses de EU.
Hoy EU y Rusia se pasean por las ocho columnas de la prensa mundial, advirtiendo que la elección mexicana será terreno de disputa entre ellos. Es el aviso de un atentado contra México, implicando en ello ataques cibernéticos, vulnerar nuestras instituciones (socavando el prestigio del INE, del Trife, de la Presidencia y de las Fuerzas Armadas) pero también la posibilidad de magnicidios y violencia en amplias regiones. No en balde el Departamento de Estado americano prohibió a sus ciudadanos visitar 16 estados de México. La supuesta injerencia extranjera debiera verse como un peligro a la soberanía y los candidatos deberían unirse en torno al tema. El gobierno debería garantizar la integridad personal de cada presidenciable. La elección se disputa entre miles de cadáveres y el asesinato de periodistas, alcaldes y ciudadanos. Campo fértil para cualquier locura, proveniente desde cualquier trinchera. Estamos tan acostumbrados a la degradación, que no vemos el elefante en medio de nuestra sala. Cobremos consciencia del atentado que viene como parte de este pleito entre titanes globales, y que habrá de manifestarse creando motivos ya sea para enredar el resultado, descalificar al ganador o incluso generar más cadáveres en nuestra ensangrentada nación. Te invito a debatirlo en twitter: @rodriguezrraul.