Agosto fue un mes pródigo en revelaciones y señales en el camino áspero de la sucesión presidencial, en todos los frentes.
“Cada ser humano tiene, como Sócrates, un espíritu acompañante: sabios son aquellos que obedecen sus señales”, escribió Lydia Child, activista y abolicionista de la esclavitud.
¿Qué señales han aparecido en el camino y han fortalecido o hecho caer a los protagonistas de la elección de julio de 2018?
En el PRI, casi todas las señales indican que el partido de los dinosaurios no se partirá y que una vez más una fusión de sumisión, disciplina e intereses lo mantendrán unido, en medio de algunos manotazos y desacuerdos bajo la mesa.
La unidad, en un tono de petición y exigencia, fue sin duda el tema de las reuniones plenarias del PRI con los cuatro aspirantes (que ya se desplazan como precandidatos), mencionados en el orden en el que los han colocado las señales de los últimos días: José Antonio Meade, José Narro, Aurelio Nuño y Miguel Osorio.
Los cuatro pidieron unidad alrededor del presidente Peña y cerrar filas cuando haya humo blanco y un candidato. Los senadores priistas fueron cuidadosos de no mostrar simpatías abiertas con ninguno de ellos, pero:
A Narro lo recibieron con porras y goyas, cuando entró al salón. Le hicieron preguntas dieciséis senadores. A Nuño le preguntaron quince. A Meade lo interrogaron once (preguntas suaves, nada fuera de tono).
A Osorio no le hicieron preguntas. Quizá porque los senadores son muy cautos y respetuosos con los temas de la seguridad nacional. Lo que sea, lo cierto es que por alguna razón no hubo una sesión de preguntas y respuestas, como en otras ocasiones.
En el camino de la sucesión hay desde luego señales ensayadas: Al recibir a Meade en privado, varios senadores escucharon a Emilio Gamboa decirle que lo apoyaba y que era su gallo en 2018. A Osorio no le dijo lo mismo en privado, pero en público, ante los medios, fue muy obsequioso.
Otras señales que escaparon de las chimeneas priistas apuntan a que si bien Meade mantiene invariable su forma de conducirse –sigue manejando su auto blanco, compacto y ecológico– algunas cosas han variado en su rutina: ahora, a diferencia de antes, lo acompaña a los eventos un equipo de medios más aparatoso y evidente.
En el PAN, entre señales encontradas, sobresale una que parece clara: el presidente Peña y el ex presidente Calderón caminan juntos (una vez más), esta vez hacia la elección de 2018.
De esas señales puede surgir el otro frente (no en el que ya se apunta Monrreal, sino del otro, del que casi no se habla): una alianza entre el PRI de Peña y el PAN de Margarita Zavala y de Calderón (sobre todo si Zavala es candidata fuera de su partido), alrededor de un candidato unificador de ambos, cuyas iniciales pueden ser: JAMK. Columna anterior: El Congreso, rehén del 2018