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Una torta fría de jamón y queso panela

OPINIÓN

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Es un viejo puesto de tortas que en los últimos años se ha movido de sitio sobre la calle de Río Lerma. A los vecinos del cuadrante de la Colonia Cuauhtémoc que va de la calle de Lieja a Río Mississippi, y del Circuito Interior a Paseo de la Reforma, debe parecerles tan familiar como lo son las tragedias para México. El terremoto del 19 de septiembre de 2017 encontró al local Tortas Gigantes tan indefenso como a cualquiera. Sus tres empleados salieron corriendo de ahí en punto de las 13:14 horas y se mezclaron con el caos, el miedo y las decenas de autos y transeúntes que se quedaron varados en este punto de la Ciudad de México. Cuando al fin pudieron volver a ese puesto ambulante construido de aluminio y cristal, la mayoría de la gente había perdido el apetito. De inmediato la zona experimentó la ausencia de energía eléctrica, la cual se prolongaría hasta muy entrada la noche. Al pánico y el asombro previsibles que experimentaron los habitantes de la metrópoli apenas conocerse las noticias de derrumbes de edificios y explosiones, siguieron las medidas preventivas. Integrantes de los cuerpos de seguridad y protección civil, advirtieron a los dueños de restaurantes y puestos de comida que no debían encender fuego bajo ninguna circunstancia. Poco a poco, por la falta electricidad y gas, los comercios de la zona comenzaron a cerrar sus puertas. Así lo hicieron las cafeterías Juan Valdez, Starbucks, Cielito Querido, las tiendas Oxxo, Círculo K, Seven Eleven, las panaderías Krispy Kreme, Sal y Dulce Artesanos, Alcázar y los restaurantes Cordón Azul, Fonda Doña Blanca, Don Q, El Reencuentro y algunos otros. La medida parecía normal y lógica, pero a eso de las 16:00 horas los oficinistas de la zona y las personas que caminando trataban de volver a sus casas o centros de trabajo, se encontraban hambrientas y sin opciones para comer. Jorge Lucio, uno de los tres empleados de Tortas Gigantes, pese a recibir del dueño del puesto la opción de cerrar e irse a casa, decidió junto con sus compañeros que seguirían trabajando. Sin poder hacer uso de la parrilla, las tortas de jamón y queso panela fueron la alternativa para decenas de capitalinos. Pese a vivir en el imperio de las redes sociales y la inmediatez de la información, a los habitantes de la Ciudad de México nos tomaría todavía algunas horas darnos cuenta de la dimensión de lo ocurrido. En ese lapso, muchas personas se quedaron sin comer. La iniciativa de Jorge Lucio y sus compañeros de trabajo, que a contracorriente de sus propios temores decidieron seguir al frente de Tortas Gigantes, permitió que muchas personas se alimentasen y preparasen para lo que venía: hacerle frente a una nueva tragedia nacional. Estos días los actos de heroísmo se han multiplicado de manera insólita. Se diría que vivimos en otro país, o en el mismo, pero muchos años adelante en el futuro. Y eso está bien. Pero también en ciertos momentos y circunstancias hay algo de heroico en permanecer en la cotidianeidad mientras la ciudad se derrumba. Las rutinas a veces se rompen, o continúan, con una torta fría de jamón y queso panela.