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¿Quién teme a Eugene Kaspersky?

OPINIÓN

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La sede de la compañía Kaspersky Lab se encuentra en Moscú, en el número 39A/3 de Leningradskoe Shosse. Se trata de una edificación de arquitectura modernista que, dividida en varios edificios, imita a la perfección un campus universitario o los complejos que hoy en día albergan a las grandes compañías tecnológicas situadas en Estados Unidos. Eugene Kaspersky, dueño y CEO de la empresa tecnológica especializada en software antivirus, así como asesoría a gobiernos en asuntos de seguridad cibernética, es un hombre que en sus modos, en las formas y en su manera de ejercer el liderazgo, se conduce como un individuo formado en Occidente, y no como alguien que nació del otro lado de la Cortina de Hierro y que en 1987 se graduó en la Facultad de Matemáticas del Instituto de Criptografía, Telecomunicaciones y Ciencias de la Computación en Moscú, una institución que preparaba a oficiales de inteligencia para las entonces todavía fuerzas armadas soviéticas y el KGB. Al igual que las oficinas de Google, Facebook o Microsoft, en las instalaciones de Kaspersky Lab los empleados disponen de un amplio comedor que oferta todos los días diversos y saludables menús; un gimnasio equipado con los más sofisticados aparatos para hacer ejercicio, canchas de tenis, de voleibol, una cancha de futbol, así como un par de restaurantes que están abiertos al público y forman parte de sus activos. En días recientes Kaspersky Lab ha sido objeto de controversia en los medios de comunicación. El Departamento de Seguridad de los Estados Unidos emitió hace un par de días un veto que llanamente prohíbe a las agencias gubernamentales utilizar el software de Kaspersky, pues en los entretelones de la trama que involucra a Rusia con el presumible espionaje a Hillary Clinton y que pudo haber alterado de manera significativa los resultados de las elecciones que la enfrentaron con Donald Trump, Washington teme que los programas de Kaspersky puedan ser utilizados no para protegerlos, sino para espiarlos. Sus sospechas no son infundadas. Si una compañía en el mundo es capaz de sortear los más sofisticados programas de seguridad cibernética, esa es Kaspersky Lab, la cual desde hace algunos años suele hacerse de los servicios de los hackers más habilidosos, amén de seguir nutriéndose de profesionales de la informática formados por las cúpulas del gobierno de Vladimir Putin. De eso a que Eugene Kaspersky haya puesto al servicio del Kremlin a su compañía, hay una gran distancia, pero en la saga que permitió que Edward Snowden obtuviese asilo en Rusia, es muy posible que el empresario haya tenido algo que ver. Pese a que la teoría de la conspiración resulta muy atractiva, dudo mucho que Kaspersky arriesgue el prestigio mundial de su empresa por satisfacer las intrigas palaciegas de Vladimir Putin. Como sea, un nuevo capítulo de la trama Trump-Clinton-Putin está puesto en la mesa. Veremos en qué acaba.   Columna anterior: La revancha de Jack Ma