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Guajardo, sin fortaleza y credibilidad

OPINIÓN

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A juicio de quienes integran la primera generación de “agroyuppies” – formada con el Tratado de Libre Comercio--, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, llegó el lunes pasado a la reunión con la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la República con “la espada desenvainada”. Yo lo vi bravucón y hasta prepotente; como que le incomodaba presentarse a ese grupito de legisladores que en el tema son bisoños, confesó uno de los susodichos. ¡Pero si el secretario es una bellísima persona, inteligente y con experiencia! Afirman quienes lo conocen personalmente y en persona. Pues a lo mejor ese día “comió gallo”, insisten los “agroyuppies, opinión que comparte uno que otro legislador. ¿Qué dijo el secretario que molestó a propios y extraños en su comparecencia?  Pues dos tres cositas; como que, si los senadores y empresarios no lo apoyan para fortalecer el mercado comercial en Argentina y Brasil, por ejemplo, no va a tener fortaleza y mucho menos credibilidad en la mesa de negociaciones con los Estados Unidos. Ya encarrerado el ratón, perdón, el secretario, recordó y reflexionó lo que ocurrió hace 27 años cuando se empezó a negociar el TLC. “Me tocó ver a muchos actores de la economía mexicana con duda, inclusive empresarios que planteaban que se abriera el mercado, pero que se hiciera la voluntad aquí en los bueyes de mi compadre”, y que ahora tienen industrias exitosas. En el debate político de aquel entonces sobre la integración comercial muchos tenían una visión un tanto catastrófica del TLC, hoy cuando los veo y platico con ellos me exigen una buena renegociación para preservar lo que se ha logrado en 22 años, agregó. Pero se equivocan, quiso decir Guajardo, y explicó: “Yo creo que 22 años de tratado son un activo importante que nos sirve no sólo para redefinir qué queremos los mexicanos en este proceso, sino también para estar claros de que no es nuestro papel estar en Washington o en el Capitolio tratando de convencer a congresistas estadounidenses o senadores de las grandes virtudes del TLC. Lo que hemos observado en estos 170 días de la administración Trump es que ese papel les queda mejor y lo hacen más eficientemente los actores estadounidenses, los mismos trabajadores agrícolas, los mismos productores agrícolas, los mismos empresarios que han sido claramente testigos y beneficiarios de esta gran integración. Es mucho más creíble que un estadounidense le diga a su congreso y a su presidente que no vayan a deshacer lo que se ha construido en 22 años, a que nosotros como mexicanos hagamos ese papel. A nosotros nos toca con nuestros socios comerciales dar los elementos y la información necesaria para construir una estrategia, pero no es responsabilidad de los mexicanos convencer al congreso estadunidense de lo que es bueno para su país. ¡Ah, chingá! Exclamaron los perplejos. ¿Entonces no necesitamos secretario, ni equipo negociador? Preguntan.   Columna anterior: Labastida, impresentable