Sin alharaca ni matraca

Frente a la ola de críticas por la vergonzosa eliminación de la Selección Mexicana en la reciente Copa Oro celebrada en Estados Unidos, Miguel Herrera dijo que es momento de apoyar a Juan Carlos Osorio como técnico del equipo nacional. Considerando su condición de ex técnico de la Selección, es valioso y digno de reconocimiento el llamado del Piojo para respaldar al colombiano. Sin embargo, Miguel no especificó de quién o de quiénes debe provenir tal protección. Está muy bien que el gremio futbolístico y la afición apoyen a la Selección, pero es evidente que la prensa no está obligada a ello. Si bien es cierto que como mexicanos queremos que la Selección gane y evolucione (a menos que alguno esconda un malsano deseo de que pierda e involucione), la labor de los comentaristas deportivos dista mucho de apoyar al llamado equipo de todos. La función del periodista es informar, analizar, opinar y hacer crítica constructiva con la mayor objetividad posible sobre la escuadra verde, pero de ninguna manera apoyarla, echarle porras o solaparla. No hay nada más grotesco que un comentarista convertido en porrista de la Selección Nacional. Su lugar tendría que estar en la tribuna. Digo crítica constructiva porque de la destructiva y rencorosa poco o nada se puede rescatar. Las campañas a favor y en contra de la Selección son igual de aberrantes y dañinas, una por mercantilista, la otra por ardida. Tan sencillo que es argumentar sobre lo que se ve.
El comentarista que echa porras pone en riesgo su credibilidad. Comprendo perfectamente el rol de un narrador popular y singularísimo como mi estimado Enrique Bermúdez, pero aquellas frases demagógicas como “apoyemos a nuestra Selección” o “vamos, muchachos”, deberían estar prohibidas en el diccionario de los periodistas deportivos. Lo ideal y lo más natural es colocarse en el justo medio, el de la objetividad, para exaltar los triunfos sin alharacas ni matracas, pero tampoco hacer leña del árbol caído cuando se presentan las derrotas. No cabe decir “ganamos” o “perdimos” –fallido y cursi sentido de pertenencia-, como si nosotros también nos pusiéramos las espinilleras. Es más elegante decir: la Selección ganó o la Selección perdió. Tampoco procede -y además es irresponsable- hacer de la crítica un asunto en contra de alguien. No es ético utilizar al medio en el que se trabaja para ventilar rencillas personales o ensañarse ventajosamente al hablar de algún personaje (el atacado casi nunca tiene réplica inmediata). Sobre este último punto, en las últimas semanas algunos hemos criticado el desempeño de Osorio con muchos cambios de un partido a otro y la improvisación de jugadores en posiciones que desconocen, pero esos comentarios no van dirigidos de ninguna manera al hombre que ha venido a trabajar honradamente a nuestro país; apuntan al entrenador y sus novedosos cuanto temerarios métodos.
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