Conflictos y resistencias

Chiapas vive una realidad contrastada, marcada por un choque de intereses

En la historia moderna de Chiapas existen dos momentos determinantes vinculados a la pobreza y la marginación: 1973, el primer Consejo Indígena que veinte años después detona el levantamiento zapatista, y 1994 el Tratado de Libre Comercio que abre la puerta a un modelo neoliberal que ha modificado la evolución del Estado. Antes y después, la vida política, económica y social se ha significado por batallas y resistencias que se reeditan para responder a nuevos conflictos. Las batallas de estos días tienen que ver con intereses y conceptos de años recientes: baby boomers, los norteamericanos que han comprado casas y propiedades de familias en San Cristóbal de las Casas, puerta de entrada a los Altos de Chiapas, y la concentración de negocios en unas cuantas manos; la incursión del alto diseño como una termita que devora el trabajo artesanal de las comunidades; y el crecimiento desproporcionado de sitios como San Cristóbal de las Casas, la gran ciudad que nunca llegó a ser. Es una lucha entre situaciones históricas y transformaciones riesgosas. Un ejemplo es el boom turístico del estado, que puede representar una aparente bonanza o un conjunto de amenazas y efectos negativos en el ordenamiento urbano, el desarrollo social, y unas estructuras económicas cuyo comportamiento ha dañado a las comunidades más frágiles y debilitadas. Estas son algunas escenas de una actualidad minada de contrastes y el surgimiento de mafias con intereses particulares: San Cristóbal amanece entre el estallido de cohetes para celebrar a los santos y la presencia ubicua de grandes pipas que venden a hoteles y restaurantes agua contaminada que proviene de la explotación no regulada de los mantos acuíferos; el día de la Santa Cruz, las comunidades de los Altos de Chiapas llevan flores, mole y posh a los ojos de agua como ofrendas para que los ríos no se sequen. El año pasado una joven volvió de Europa donde estudió una maestría en desarrollo sustentable para ayudar a resolver la contaminación del agua, los ríos y los bosques en la región de San Cristóbal de las Casas; un año después está sin empleo en un entorno dominado por mafias institucionales que hace 15 años mantienen secuestradas las políticas públicas del medio ambiente. Los miércoles y sábados, Las Colmenas, un mercado agro ecológico en el camino a Rancho Nuevo, es un espacio de resistencia para ayudar a las comunidades a vender productos textiles, de piel, granos, semillas, frutas y café a precios justos y fuera de la estructura de intermediarios, empresarios y coyotes que han invadido los espacios tradicionales. Una de las imágenes más reveladoras de la esquizofrénica batalla entre desarrollo económico y desarrollo social y sustentable es el Cañón del Sumidero, un gigante gris que arrastra lavadoras, residuos plásticos y animales entre un torrente de 45 mil toneladas de basura. Son los matices oscuros del neoliberalismo y un destartalado gobierno verde. Columna anterior: Santo Domingo: el mercado indígena que se extinguió