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El fuego amigo y sus 70 patadas a Trump

OPINIÓN

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Si en la política la forma es fondo, entonces Donald Trump recibió en estos días 70 patadas en el trasero o cachetadas con guante blanco para ser más diplomáticos desde México, el vecino que le irrita y que en los últimos días fue anfitrión del mismo número de congresistas y empresarios de Arizona que visitaron al país para clamar buenas relaciones. Los políticos de su país sacaron la bandera blanca durante una cena en el Club de Industriales de la Ciudad de México, entre copas de vino tinto, sopas de coliflor con camarones y carnes en salsa de tomates verdes que bendijo el pastor Erik Jones casi a la misma hora que el magnate soltaba un furibundo discurso en Phoenix. Mientras Trump volvía a la carga frente a la base dura del electorado que lo llevó a la Casa Blanca con un reiterativo discurso sobre la construcción del muro, un supuesto fin del TLC con América del Norte y su gusto por el endurecimiento de las políticas contra los indocumentados, los mandamás de Arizona no hicieron más que buscar cosas en común para “rescatar la relación” con su vecino del sur. Condescendiente, Barry Beth Jr., el ex congresista por California entre 1969 y 1984 y hoy guía político y empresarial en Arizona, se manifestó abiertamente en contra del eje estrella y sostén del radicalismo del mandatario estadounidense. “No necesitamos un muro, necesitamos buenos trabajos”, dijo en plural tras la copa de naranjas del postre. A unos metros de él, otro miembro de la delegación también se mostró como símbolo del fuego amigo contra el magnate: José Verlón, vicepresidente de la tribu binacional Tohono O’odham, quien hace unos meses declaró que la valla se construiría solamente sobre su cadáver porque parte del muro tendría que pasar por su territorio indígena autónomo. “Esto es una muestra de que no nos vamos a quedar cruzados frente a la retórica del presidente mientras daña nuestra economía”, soltó el congresista latino César Chávez, quien emigró de Guanajuato en brazos de sus padres cuando tenía tres años y escaló hasta alcanzar un escaño a pesar de las políticas antiinmigrantes de su ciudad. La relación entre México y Arizona no es un asunto cualquiera. Más allá de la migración, en el fonfo gira en torno de un intercambio comercial de alrededor de un billón de dólares anuales y de 110 mil empleos que dependen de las exportaciones hacia México. Los mexicanos representan 70% de los turistas que viajan cada año a ese estado y dejan a diariamente una derrama económica de siete mil 300 mil dólares. Los políticos de Arizona saben muy bien donde están parados. Por eso no dudaron en tomar la invitación del senador Juan Carlos Romero Hicks, hacer a un lado a su Presidente, matizar su discurso, pasear por la CDMX y Guanajuato, firmar acuerdos y hasta bailar al Son de La Negra, como se los prometió Chavez. Al final de cuentas y a pesar de todos sus problemas, México también tiene su peso.   Columna anterior: Ser o no ser azteca en USA