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Los expedientes XXX de Lozoya

De manera semejante a Javier Duarte y Roberto Borge, Lozoya se rodeó de colaboradores inexpertos, proclives a lujos, dinero fácil, poder.

OPINIÓN

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Esta columna debería empezar con una X para indicar el número incierto de expedientes y acusaciones de corrupción que la PGR ha acumulado contra Emilio Lozoya Austin. De manera independiente a la investigación de Odebrecht, el nombre del exdirector de Pemex y de sus colaboradores se multiplica en cientos de hojas que comenzaron a crecer en el invierno del año 2015. La dirección de Emilio Lozoya Austin (nacido en diciembre de 1974) es toda una saga de corrupción y un retrato de familia de una joven generación de servidores públicos tocados por la ambición, la frivolidad y una oscura fraternidad de amigos. De manera semejante a lo que hicieron en Veracruz Javier Duarte (septiembre de 1973) y Roberto Borge en Quintana Roo (diciembre de 1979), Lozoya se rodeó de colaboradores inexpertos, proclives a los lujos, dinero fácil, poder. En Pemex estaba flanqueado por dos amigos provenientes de un lazo forjado en aulas y ciudades norteamericanas, que cumplieron roles específicos que ayudan a desmarañar la saga de corrupción del hijo de Emilio Lozoya Thalmann, secretario de Energía en el gobierno de Carlos Salinas. Froylán Gracia, coordinador ejecutivo de la dirección general de Pemex (también nacido en los 70) era el número dos, brazo derecho y operador de todos los asuntos de Lozoya. Su último empleo había en la oficina de agricultura de la embajada de México en Washington. Su otro brazo era Arturo Henriquez Autrey, director Corporativo de Procura y Abastecimiento. También coetáneo y cercano amigo de Lozoya, había sido uno de tantos corredores financieros en Wall Street y trabajaba en el sector de bienes raíces en Estados Unidos cuando Lozoya lo invitó. Se trata de una decisión capital en la ruta de corrupción en Pemex: Corporativo Procura fue creado para Henriquez Autrey y un objetivo específico: concentrar en esa oficina controlada por Lozoya todas las licitaciones de obras y las compras de bienes y servicios, una mina de 30 mil millones de dólares y cerca de 30 mil contrataciones por año en Pemex, el principal comprador en el país. El desplazamiento de antiguas empresas constructoras y proveedoras de Pemex fue descomunal, tanto que la Canacintra pidió al gobierno que las empresas mexicanas fueran beneficiadas con contratos por 7 mil millones de dólares. Lozoya recibió los primeros 4 millones de dólares al inicio de la campaña, tras ayudar a Odebrecht a hacer negocios con la refinería de Tula y el gasoducto Los Ramones. Cuando Peña ganó la elección, en lugar de ocupar la Cancillería como se esperaba, Lozoya aterrizó en Pemex, después de pedírselo al presidente electo. El helicóptero que Lozoya usaba como taxi para ir a su casa o a beber con sus amigos es un juego de niños ante el imperio de corrupción que levantó en Pemex. Columna anterior: Tras las huellas de Lozoya