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Márquez, de los mejores, libra por libra

OPINIÓN

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Juan Manuel Márquez se retiró del boxeo en medio del halago del público y con los reflectores de los medios de comunicación encima. Sobraron los adjetivos: grandioso, brillante, valiente, disciplinado. No es para menos. Una trayectoria de 24 años con record de 56 triunfos (40 por knock out), 7 derrotas (jamás fue noqueado) y un empate (el polémico ante Manny Pacquiao en mayo de 2004). Márquez está en la lista de boxeadores mexicanos que fueron campeones mundiales en tres categorías distintas junto con Julio César Chávez, Marco Antonio Barrera, Erik Morales y Fernando “Cochulito” Montiel.  Fue campeón pluma de la Federación Internacional de Boxeo (IBF), de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y de la Organización Mundial de Boxeo (OMB); también obtuvo el título de peso superpluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y los títulos de peso ligero de la OMB y de la AMB. Me atrevo, sin temor a equivocarme, a declarar a Juan Manuel Márquez como el último gran ídolo del boxeo mexicano.  Pero de lo que nadie habló en el recuento de la carrera de este pugilista es que lo conocimos tarde, que Márquez ya triunfaba y era un peleador de cepa cuando todo el mundo tenía los ojos puestos en Erik Morales y Marco Barrera. Y hay que decirlo con todas sus letras. Márquez apareció en el radar de las grandes cadenas de televisión y se convirtió en quien es hace apenas diez años cuando José Sulaimán ya no pudo seguir rehuyendo que este peleador tenía que disputar el cinturón verde del organismo que presidió a su gusto y antojo hasta el día de su muerte. Habría que recordar que por las diferencias que durante años guardó con Ignacio Beristáin, Sulaimán tuvo a Márquez a raya. Recuerdo que por los años 2002 y 2003 Márquez y Beristáin acudían al programa El Mañanero -donde tuve el privilegio de conducir al lado de Brozo- a contarnos de sus hazañas deportivas. Cada vez que Márquez regresaba con un triunfo en la bolsa le decían al público quién era este muchacho, lo que estaba haciendo. Pasaron años hasta que en 2007, José Sulaimán abrió la puerta para que Márquez peleara el cinturón super pluma ante Marco Barrera. Repito: años. La victoria por decisión unánime catapultó su carrera. Diez años gozamos del talento de Márquez, de su tesón en los entrenamientos, del pundonor que puso en cada combate siempre alejado de escándalos mediáticos hasta que logró lo inimaginable: noquear al filipino Manny Pacquiao para no dejar ninguna duda de su calidad y de que a pesar de las mafias en el boxeo un peleador mexicano que picó piedra durante años se convirtió en el mejor libra por libra. Vale la pena hacer hincapié en las injusticias de las cuales fue objeto Juan Manuel Márquez, no para pobretearlo, sino para remarcarle a aquellos que se han decepcionado de este deporte ante decisiones absurdas de los jueces o cuando vemos shows del tipo Mayweather vs. McGregor que muchos boxeadores libran una batalla arriba del ring y otra, quizá más dura, abajo.   Diacrítico. A pesar de todo el boxeo es una escuela muy especial porque nos enseña a todos que sin importar nuestras condiciones y el entorno con constancia y paciencia podemos tener nuestra gran noche y derrotar a nuestro Manny Pacquiao personal.   Columna anterior: Las sorpresas del mundial