'Remember” priistas

Cuando llegó la hora de la sucesión presidencial para el año 2000, Ernesto Zedillo estaba en conflicto con el PRI, al que pertenecía de manera formal ya que desde el principio de su mandato decidió mantener una “sana distancia” con su partido, además de “engañar a los priistas con la verdad” de que él iba a pasar a las páginas de la historia política de este país, porque no iba a nombra a su sucesor. La “sana distancia” y las amenazas de que se iba a “cortar el dedo”, provocaron que la clase política priista le diera la espalda, lo calificara y tratara como traidor y le impidiera designar a su “delfín” al introducir en los Estatutos del partido —cuando lo presidía Santiago Oñate Laborde— la exigencia de que los candidatos presidenciales tuviesen previamente cargos de elección popular. ¡Para que no andes de hablador, Ernesto!  Fue el mensaje, y le cerraron el paso al entonces gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, delfín oculto zedillista, quien cuando se enteró de esa jugarreta le habló a Oñate y le recordó el 10 de mayo.   Los candados abrieron la puerta de la candidatura al entonces secretario de Gobernación Francisco Labastida Ochoa, al que Roberto Madrazo calificó como el “Perfecto Fracasado”, quien perdió la elección en el año 2000. Zedillo contribuyó así a que echaran al PRI de Los Pinos. En circunstancias distintas en el proceso, pero iguales en el resultado final, Felipe Calderón enfrentó su propia sucesión con mala estrella: Murió su primer delfín Juan Camilo Mouriño Terrazo en un accidente de aviación en 2008, y el presidente esperó largos tres años para impulsar en 2011 a su secretario de Hacienda Ernesto Cordero Arroyo como segundo delfín. Cordero perdió la elección interna del PAN frente a Josefina Vázquez Mota, anticalderonista cesada en la Secretaría de Educación Pública en 2009, que renació de sus cenizas para hacerse diputada y luego candidata presidencial… pero que ocupó el triste tercer lugar en la elección presidencial del 1 de julio de 2012. Compañeros del mismo dolor por perder la presidencia frente a la oposición —en julio de 2006 y 2012 respectivamente—, Zedillo y Calderón vivieron el tramo final de sus mandatos con el repudio de sus correligionarios que no les perdonaron la pérdida del poder. No obstante, hay que recordar que Ernesto Zedillo militó en el PRI por encimita, así que nada le importó ni le importa la opinión priista. Hoy, hoy, hoy, los “políticos de café” del tricolor – Arturo Zamora dixit—quieren cortarle el dedo al líder, el verdadero, claro, para que no elija a su candidato a la Presidencia de la República en el 2018, lo que resulta ingrato, por decir lo menos, pues parecen olvidar que Enrique Peña Nieto consiguió que el PRI regresara a Los Pinos después de 12 años de ausencia. Vamos a ver si aquéllos lo consiguen, o si “Mi Truchimán favorito” los convence de que sería un grave error político amputarle el índice al líder.   Columna anterior: Guajardo, sin fortaleza y credibilidad