Indiferencia criminal muestran los gobiernos de Guatemala y México ante la tragedia de 416 hombres, mujeres y niños guatemaltecos desplazados de la comunidad de San Andrés Laguna Larga, en Petén, hacia el poblado El Desengaño, en el municipio La Candelaria, en Campeche, en los límites fronterizos de ambos países. Esto, tras un desalojo forzado de la Policía Nacional Civil y el Ejército guatemaltecos
Están aquí, frente a nuestras narices, desde el 2 de junio pasado, viviendo en condiciones infrahumanas: duermen en el piso o en hamacas bajo chozas hechas con tablas y palma, con agua purificada sólo una vez por semana, por lo cual deben racionarla en extremo, de acuerdo con la extraordinaria narración de Cristina Pérez Stadelmann, publicada ayer en El Heraldo de México.
Son familias de campesinos que debieron salir de noche de sus hogares y que se quedaron sin tierra para sembrar, sin escuelas ni hospitales y sin lugar a donde ir, pues de acuerdo con los testimonios recabados por la reportera, “las autoridades federales no nos dejan pasar ni hacia México ni hacia Guatemala”.
La tragedia de estas personas, sin embargo, es ignorada por ambos gobiernos involucrados. El Instituto Nacional de Migración dice que los desplazados están en la “línea fronteriza” de lado guatemalteco, pero toca atender el asunto… ¡a la Cancillería mexicana!
La situación de estas familias, indefectiblemente, nos recuerda a la crisis de migrantes guatemaltecos que huyeron de la guerra civil desde finales de los 70: unos 45 mil en total se establecieron en Chiapas, Campeche y Quintana Roo, de los cuales, unos 20 mil debieron ser nacionalizados al no poder regresar a sus lugares de origen.
Ahora, como en aquel entonces, el gobierno de Guatemala fue indiferente y nada hace por sus connacionales que, lo dicen claro, no les interesa ser refugiados ni quedarse en México.
Quizá está esperando el presidente guatemalteco, Jimmy Morales, que su ciudadana más célebre, la premio Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú, le exija devolver los que corresponde a estos 416 de sus compatriotas indígenas, igual que ella.
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Se desvanece la promesa electoral más importante y mediática del presidente estadounidense, Donald Trump: de los 20 mil millones de dólares que calculó para construir su muro en la frontera con México, apenas la Cámara de Representantes le autorizó mil 600 millones de dólares. Dinero que saldrá de los bolsillos de los contribuyentes de Estados Unidos y no de los mexicanos.
Conclusión: ganó el gobierno mexicano y a Trump le alcanza, si acaso, sólo para una barda.
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EN EL VISOR: Todavía hay priistas crédulos de que sus rebeldes al final se alinearán con la línea dictada desde Los Pinos para la Asamblea Nacional. No quieren ver lo evidente: que para ser competitivos en el 2018 deben marcar una sana distancia del Presidente Enrique Peña.
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