Comentarista por un día

El jueves pasado les conté que el fallecido pintor José Luis Cuevas actuó en una novillada, allá por los años cincuenta del siglo pasado, en una placita del Estado de México. Fue el debut y despedida de José Luis en las lides y las lidias taurinas. Pues bien, si José Luis fue torero por un día, también fue comentarista taurino una sola vez. La fecha, el 7 de noviembre de 1993. Lo invité a transmitir una novillada por televisión desde la Plaza México. Llegó al embudo con mucha anticipación y se tomó varias fotos en el quicio de la puerta de cuadrillas con un amigo suyo que lo acompañaba. De inmediato se sintió cómodo, como pintura en la paleta. Cuevas hizo valiosos apuntes desde un ángulo estético y constantes evocaciones de su experiencia como aficionado. Brilló su cultura general, realizó atinados paralelismos entre la pintura y el toreo y se le escuchó feliz al rememorar a toros y toreros de épocas pretéritas. Aguantó de buena gana los gritos ocurrentes y al mismo tiempo lacerantes de los porristas de sol, que hacían alusiones a su forma de pintar y su discutida personalidad. José Luis quedó muy satisfecho con la experiencia de comentar las incidencias del festejo y en posteriores encuentros siempre me habló con alegría de aquella tarde inolvidable en el coso metropolitano. Del duelo a la insolencia El pasado martes se cumplieron 100 años del nacimiento del legendario torero andaluz Manuel Rodríguez Manolete. Nació en Córdoba el 4 de julio de 1917 y murió en Linares el 29 de agosto de 1947, horas después de recibir una seria cornada del toro Islero, de la mítica ganadería sevillana de Miura. Cuentan los viejos taurinos que, al ser anunciado para presentarse en México en 1945, miles de aficionados durmieron en las calles en espera de que se abrieran las taquillas del antiguo Toreo de la colonia Condesa, donde hoy se encuentra el Palacio de Hierro, sucursal Durango. Ese día actuó al lado de Silverio Pérez, que se convertiría en su íntimo amigo. Con su toreo vagotónico, de efectos sedantes y mexicanísima expresión, el bienamado Compadre alternó en varias ocasiones con el afamado torero peninsular. En estos tiempos donde pocos toreros se salvan de ser encuadrados en un estereotipo y la mayoría de los coletudos no logra distinguirse de los demás, se echan en falta la enorme personalidad y el misticismo del llamado Monstruo de Córdoba. La muerte de Manolete fue un acontecimiento mundial que causó estupor y respetuoso duelo, no insolencia y burla, como sucede actualmente cuando fallece un diestro en el ruedo. Vamos hacia atrás, como los cangrejos, anteponiendo el animalismo sobre el humanismo. De no creerse.