Mercado negro y migración

Por: Alejandro Poiré/Decano del Tec de Monterrey @CSocialesTec, Tec de Monterrey @AlejandroPoire Cierto conocimiento del mercado de drogas sugiere que si lo que queremos es evitar el daño generado por las grandes organizaciones criminales de narcotráfico, la solución ideal (al menos en teoría) es legalizar la producción, consumo y distribución de los estupefacientes. De esta forma, se acabarían las extraordinarias ganancias que genera la prohibición, se debilitarían las organizaciones delincuenciales, y se les podría someter a la justicia con mayor facilidad, independientemente de que se dedicaran a otras actividades. Los efectos de salud pública se atenderían con programas que, lejos de criminalizar a las personas, reducirían el impacto individual y social de las adicciones. Al menos conceptualmente, todo suena muy bien, y lo que restaría es que en el mercado relevante, donde se fija el precio de la droga (Estados Unidos y Europa), arranque la legalización para irla acompañando desde las zonas de producción y distribución. En suma, la solución en principio es liberalizar para eliminar el mercado negro y las ganancias gigantescas que trae consigo. De fondo, existe un consumidor de un bien que lo desea y lo va a pagar, y por lo mismo habrá quien lo quiera producir y comercializar, todo ello independientemente de si los gobiernos lo permiten. Desde luego que esta sencilla lección no es fácil de implementar, pero para ese tipo de retos precisamente existen los gobiernos –las organizaciones humanas más complejas y competentes que hemos diseñado. Cierto es también que si nos equivocamos al aplicarla –como sería el legalizar en México mientras se mantenga la prohibición en Estados Unidos–, el costo podría ser desmedido. Mas el argumento central aplica exactamente igual al mercado laboral internacional: mientras haya demanda de trabajo que no se puede satisfacer localmente, se pagará por él, y se desarrollarán las cadenas de suministro necesarias para satisfacerlo. Los abusos a los migrantes indocumentados son el resultado, lamentable, de esta demanda que se satisface a través de un mercado negro de personas que viajan, trabajan y viven eludiendo la ley. Y a pesar de que esto es obvio, y que las consecuencias negativas de un intercambio laboral más libre son mucho menos categóricas que el daño que causa el consumo de las drogas, ninguno de los dos mercados se va a liberalizar muy pronto en nuestra región. Por lo contrario, el gobierno de Trump sigue empeñado en fortalecer la prohibición migratoria: la construcción del muro, la reducción de visas, el incremento en las deportaciones, etc. Precisamente por ello es indispensable tener mejores opciones que reconozcan que el mercado negro es generador de graves consecuencias, y que tengan la sofisticación necesaria para darles viabilidad política. Eso justamente hicimos, un grupo binacional, amplio y plural, encabezado por Ernesto Zedillo y Carlos Gutiérrez, en el reporte “Una frontera común, un futuro común”, que elabora una propuesta concreta para permitir un flujo laboral temporal de México a Estados Unidos justo, seguro, ordenado, y productivo para ambos países. Se trata de la construcción de un mercado laboral regulado, que sustituya, al menos en parte, al terrible mercado negro que sigue existiendo entre nuestros países. Lo estaremos presentando este martes a las 9 a.m. en el Museo Soumaya, y en otra colaboración le daré los detalles del mismo.