¿Hay solución para Venezuela? La pregunta es tan retórica como realista. Y la respuesta en cualquier caso es pesimista.
No. No parece haber una salida. Al menos no en el corto plazo. Y tampoco antes de que la situación se deteriore más de lo que ya está o de que el presidente Nicolás Maduro haya tratado de esconder la torpeza y la ineficiencia de su gobierno bajo el manto de una dictadura.
De acuerdo con varios reportes, no son pocas las cancillerías dentro y fuera de la región que ven con preocupación las acciones del gobierno de Maduro para desconocer a la Asamblea Nacional y crear una asamblea constitutiva que sólo comprará tiempo mientras él gobierna a base de decretos.
Pero, al mismo tiempo, existe la creciente convicción de que no hay solución viable a la situación de Venezuela si no es convenida por los propios venezolanos.
Y de hecho, los esfuerzos internacionales por facilitar un diálogo, una negociación, han sido frustrados una y otra vez: típicamente, el régimen madurista enfrenta crecientes divisiones internas y endurece su postura, mientras la oposición no está unida.
Peor aún, la preocupación de los países latinoamericanos no ha sido bien recibida en Venezuela, incluso cuando en algún momento fue arropada por El Vaticano, porque cualesquier intento, sea por un país o por grupo de naciones, sea de un organismo internacional o no gubernamental, se hará automáticamente sospechoso para alguno de los dos bandos, tan pronto se perciba o se crea percibir que pueda tener alguna simpatía o antipatía.
Según algunos análisis, no ayuda que dos países a los que se atribuyen intereses en la situación parezcan ausentes de los esfuerzos por negociación, quizá porque tengan posiciones radicalmente opuestas: Estados Unidos y Cuba.
Correcta o incorrectamente los partidarios de Maduro asumen que Washington está detrás del esfuerzo por el diálogo con los grupos de oposición; correcta o incorrectamente, los opositores asumen que La Habana es el "poder en la sombra" en Caracas porque intercambia seguridad y apoyo médico por petróleo.
La realidad es seguramente distinta. Lo cierto es que a pesar de acusaciones, Estados Unidos estuvieron ausentes de los recientes esfuerzos latinoamericanos en la Organización de Estados Americanos (OEA) y que a pesar de las denuncias, Cuba no figura en el gobierno venezolano.
La idea de su respectiva influencia es el "espantapájaros" agitado por los más extremistas para justificar posiciones.
Y la verdad es que mientras los países latinoamericanos, en especial los geográficamente más cercanos a Venezuela observan la situación con una preocupación creciente: los reportes consignan un gobierno cada vez más dependiente del poderío de un aparato militar beneficiario de enormes prebendas económicas y por tanto con poco interés en una negociación.
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