Comer me hace feliz, dice Julia a Luis, el amigo que conoció en el Comedor Comunitario hace tres años. A su lado, Pedro y Carlos hablan del partido del sábado, mientras sorben una cucharada de la sopa de fideos; atrás, Lucía y Diana tratan de adivinar la receta del alambre vegetariano que comerán; enfrente, Lola y Juan comparten los recuerdos de secundaria y el agua de Jamaica. Martha, la administradora del comedor, advierte entre risas desde la cocina ¡Cuidado con la salsa que está picosa!... Sí, es la hora de comer.
Que la gente coma, y coma bien, es un compromiso que el Gobierno de la Ciudad de México asumió ante la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), como la única entidad del país, para que en 2030 ninguno de sus habitantes se vaya a dormir sin haber comido saludablemente.
Esta meta requiere de un sistema integral que contemple, al menos:
1.- No desperdicio. Que los alimentos que alcanzaron su fecha máxima de venta al público, pero que aún son aptos para consumo humano, se acerquen a quienes los necesitan.
2.- El campo a la ciudad. Establecer cadenas cortas de alimentos entre productores de la zona rural y consumidores urbanos.
3.- Convertir lo gris en verde. Utilizar sitios públicos y hogares como espacios para producir alimentos.
4.- Lugares accesibles. Para quienes no tienen recursos o le son insuficientes para pagar su comida.
Las políticas públicas del Gobierno de Miguel Ángel Mancera, las leyes aprobadas por la Asamblea Legislativa y la participación de los sectores empresarial, académico y de la sociedad civil organizada, han establecido condiciones de certeza para operar bancos de alimentos; disminuir precios de productos, respetando su calidad; generar sistemas de producción urbana; además de crecer y eficientar la red de comedores públicos y comunitarios. Estos actos de justicia social ayudarán a erradicar el hambre y generarán igualdad de oportunidades para alcanzar el bienestar común.
La red de comedores públicos y comunitarios, que al finalizar esta administración llegará a más de 550 y distribuirá cerca de 70 mil raciones de alimentos al día, será pilar de la sustentabilidad alimentaria en la Ciudad de México; manteniendo su gratuidad para personas en situación de alta vulnerabilidad y el costo de 10 pesos para quienes tienen menos posibilidades económicas; adicionando el sistema de cosecha de agua pluvial, utilizando la agricultura urbana y complementando la variedad de alimentos que ofrece esta opción de desarrollo social.
De esta manera transitamos de lo básico y lo mínimo (hablando de canasta básica y salario mínimo), a un estado de bienestar en donde el derecho a la alimentación respete nuestra identidad y tradiciones, y potencie las fuentes de ingreso por actividades de producción de alimentos.
El abatimiento de la pobreza se logra por la aplicación de programas sociales exitosos. No basta crearlos, hay que hacerlos crecer y ejecutarlos de manera paritaria; sin distingos, sin paternidades.