Buena parte del éxito electoral de AMLO el próximo año se recarga en la definición de la candidatura a la Jefatura de Gobierno.
El tabasqueño ya ha trazado la ruta de destapes, el método de selección y afina los tiempos: en octubre habrá candidato. En el papel, no habrá imposición sino “consenso” o encuesta. López Obrador necesita operar con pinzas la decisión, porque la CDMX es parte neurálgica en su estrategia electoral.
En su círculo más cercano van haciendo cálculos. Han registrado, por ejemplo, el “fuego amigo” que Martí Batres, desde la dirigencia de Morena en la Ciudad, le atiza a Ricardo Monreal, a quien ha buscado marginar, con todo y su grupo, de la toma de decisiones, arrasando incluso a los diputados en la ALDF que les son afines, a quienes buscó echar del partido.
Construyen escenarios. Elaboran una radiografía de quienes quieren ser y hacen sumas y restas. En su aritmética electoral, Martí sería un riesgo alto para el tabasqueño. Un peligro, además, innecesario, porque nadie duda que aún sin la candidatura no irá a ningún lado. Le pueden pagar con el primer lugar al Senado por la CDMX. Le alcanza. Pero no será candidato. Sería uno muy frágil. Los escándalos lo persiguen –de la contaminada leche Bety a sus desplantes a Marcelo Ebrard, pasando por las nominas millonarias en Morena CDMX y el penoso caso de la manutención de sus hijos-, y es de sobra conocida su mecha corta, que lo hace entrar en conflictos y escalar en ellos rápidamente.
Por eso en la valoración del primer circulo del tabasqueño al que, si bien no hace caso a ciegas, sí escucha, solo hay dos posibilidades: Claudia Sheinbaum o Ricardo Monreal.
Los dos tiene atributos pero, proyectan, la delegada en Tlalpan no es buena haciendo campaña. Es una técnica reconocida, pero para ganar, AMLO necesitará a alguien que anime, no a una figura que tenga que cargar. Requerirá a alguien que le sume y pueda moverse solo para “operar” y atraer adeptos, no que le pese.
Entre dos cercanos, se trataría de cálculo y conveniencia. Monreal no es ajeno a su proyecto. De hecho, fue coordinador de su campaña en 2012. Cierto, no creció a su sombra, como Sheinbaum, pero le ha demostrado lealtad. “Si no soy candidato no me iré”, ha dicho en reiteradas ocasiones. “Lo importante es que AMLO sea presidente”, “no soy ambicioso vulgar”, ha repetido. Aunque Sheinbaum está en su afecto personal, el afecto político podría inclinarse por Monreal, con quien el lazo de cercanía y confianza, ha cruzado varias pruebas.
Pero también puede que la lógica no se imponga y, entonces, AMLO complique, no solo la plaza, sino su propia aspiración. Para él solo puede haber 2018 exitoso, si gana por amplio margen la capital y mantiene –al menos- los niveles de votación de Morena en el Edomex y Veracruz –entidades uno y tres en padrón electoral-. Necesita ser fuerte en esos tres estados que concentran más de 20% de los votos en el país.
La CDMX es estratégica y su definición también lo será. ¿Sheinbaum o Monreal?
-Off the récord
Batres lo arropó y Sheinbaum lo veía como uno de sus apoyos. El único que pintó su raya con Rigoberto Salgado, de Tláhuac, fue Monreal. También eso importará.
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