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Después del adiós de las FARC a las armas

OPINIÓN

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La Fundación Ideas para la Paz (FIP), un think tank colombiano centrado en el conflicto armado, celebraba el abandono de las armas por las FARC con un esperanzado “Sí se pudo”. Y constataba  que las 7.132 armas fuera de circulación significaban 7.132 nuevas oportunidades para la paz. En un acto en el Meta, una zona muy golpeada por el terrorismo y el narcotráfico, el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, Timochenko, fue rotundo: "Adiós a las armas, adiós a la guerra. Bienvenida la paz". Más allá de este paso legítimo y necesario, imprescindible para construir una Colombia democrática e incluyente como apuntó Felipe González, existen numerosas dudas tanto sobre el futuro del llamado postconflicto como de la erradicación de la violencia. La continuidad del desarme y el afianzamiento de la paz dependen de tres grandes cuestiones. Primero, de cuánto se podrá avanzar hasta comienzos de 2018 y si para entonces se habrá alcanzado un punto de no retorno. Esto está íntimamente relacionado con lo segundo, la celebración de elecciones legislativas y presidenciales en marzo y mayo del año próximo, respectivamente. La llegada al Palacio de Nariño de un enemigo frontal del actual proceso provocaría retrocesos considerables. La existencia de 900 caletas (escondrijos) de las FARC repletas de armas no es un buen comienzo. Por eso, tanto la misión de la ONU como las partes implicadas deben hacer todo lo posible para desmantelar los arsenales existentes. Finalmente está la economía. La financiación del postconflicto, comenzando por la erradicación de los cultivos de coca y la inserción social de los ex guerrilleros, implica cifras multimillonarias. El mayor inconveniente son las dificultades económicas de un país que ha visto cómo los precios de los hidrocarburos y el carbón, sus principales productos de exportación, han descendido dramáticamente restando recursos a las arcas fiscales. Será importante la forma en que las FARC se inserten en la vida social y política. ¿Con qué estructura partidaria? ¿Con qué nombre? ¿Con que proyecto político? De acuerdo con los planteamientos y manifestaciones de algunos de sus cuadros y dirigentes no hay que ser demasiado optimistas ya que sus principales referentes son Cuba y Venezuela, dos claros ejemplos de hacia dónde no debe ir América Latina. Una democracia plena exige la presencia de los ex guerrilleros en la vida política y las instituciones. Cuanto más se impliquen mejor. Y si el día de mañana ganan las elecciones al obtener más respaldo popular es un riesgo y una grandeza de la democracia. Pero acabando con las FARC no se acaba con la violencia en Colombia. Tras su desarme quedarán grupos escindidos de la rama principal,  otros movimientos terroristas como el ELN, y algunas formas de delincuencia organizada. En este contexto el narcotráfico vuelve a ser la principal amenaza de un país que no termina de estructurarse. Con todo, no hay ninguna duda de que el paso dado por el presidente Juan Manuel Santos es necesario y positivo para el futuro de su país.   Columna anterior: La dura pugna entre kirchnerismo y peronismo