Trump y los rusos: un escándalo autoinfligido

El creciente conflicto político-legal en Estados Unidos alrededor de las actividades rusas en torno a las elecciones presidenciales del año pasado tiene alcances inesperados. Pero más y más, al menos parte del escándalo que ahora gravita sobre el gobierno del presidente Donald Trump fue creado por sus propias declaraciones. ¿A algún político más sobrio se le habría ocurrido llamar a que los rusos interceptaran o liberasen los mails de su rival Hillary Clinton como hizo Trump durante la campaña? Valdría preguntar también hasta qué grado resultó correcta la advertencia lanzada la semana pasada por el propio Trump al Fiscal especial Robert Mueller, de que al investigar la posibilidad de colusión de su campaña con funcionarios rusos limitara su indagación al tema de Rusia y no tocara las finanzas de su familia. Más o menos, comentó un satirista estadounidense, como decirle a la policía "pueden entrar a mi casa, pero no escarben en mi jardín". Habría que recordar también que Trump ha rehusado hacer públicas sus declaraciones de impuestos, en contra de una tradición no muy vieja, pero iniciada como consecuencia del escándalo de Watergate, como un intento de Richard Nixon de reconquistar la confianza pública. Nixon, se recordará, renunció en 1974 para evitar el ya inminente juicio de impugnación. Paralelamente, Trump ha tenido roces frecuentes con partes de su propio Partido Republicano, al grado que el domingo alertó que los legisladores de la mayoría parlamentaria no defendieran a su Presidente. En ese marco general, la semana recién iniciada promete aclarar algunas cosas pero dejar otras pendientes. Por un lado Jared Kushner, el yerno y asesor del ahora presidente Trump, compareció ante un panel del Comité de Inteligencia del Senado y aunque fue a puertas cerradas informó en una declaración previa ampliamente divulgada, que había tenido cuatro encuentros con funcionarios rusos en su papel de enlace internacional de la campaña de su suegro. La declaración de Kushner, y probablemente la comparecencia de Donald Trump Jr, sobre el mismo tema el próximo jueves ante el Comité Judicial de la Cámara alta, pondrán tal vez un punto final a esa parte del escándalo, creada en buena medida por la forma en que actuaron tanto los inexpertos familiares y consejeros del ahora mandatario como la manera en que el propio Trump manejó la información. Hay sin embargo una parte del escándalo que no es necesariamente una cuestión de imagen sino al decir de los servicios de inteligencia estadounidenses un hecho real: que hubo ingerencia rusa en las elecciones mediante el hackeo de computadoras. Tal vez no haya mucho más que suposiciones fundadas. Pero una señal de la complicada situación pueden ser tanto las especulaciones sobre la capacidad legal de Mueller para acusar formalmente al presidente y la exploración legal iniciada por Trump sobre el poder presidencial para perdonarse a sí mismo.   Columna anterior: Trump, ¿anuncio de problemas mayores?