En este 2017 se cumplen 90 años de la alternativa que recibió Fermín Espinosa Armillita en El Toreo de la Condesa con un toro de la ganadería de San Diego de los Padres. Con tan sólo 16 años, se convertía en matador de toros de manos del sevillano Antonio Posada.
Armillita fue el primer gran torero de poderío con el que la tauromaquia mexicana compitió con la española. El enorme maestro, dueño de un valor frío y calculador, tuvo una facilidad natural para desenvolverse en los ruedos de todo el mundo.
A fines de 1895 arribaron a Saltillo los jóvenes Fermín y Pedro Espinosa, procedentes de Guadalupe, Zacatecas. En la capital coahuilense, el espigado Fermín empezó a abrirse camino como banderillero bajo el apodo de El Campanero, pero cuentan que Saturnino Frutos Ojitos le encontró parecido con el peón de brega español Esteban Argüelles, al que apodaban Armillita, y por ello decidió rebautizarlo con tal apodo, que con el paso de los años adquiriría celebridad y grandeza.
Don Fermín, quien clavaba banderillas y al mismo tiempo suelas y tacones en su oficio de zapatero, se casó con María Saucedo Flores y tuvo cuatro hijos relacionados con el mundo de los toros: el matador Fermín, los banderilleros Juan y Zenaido, y el mozo de estoques José, a quien llamaban cariñosamente El Chato.
Fermín nació en la calle de Guerrero número 10, en el centro de Saltillo. A los 13 años se presentó como becerrista en El Toreo, el 13 de agosto de 1924.
Uno de los diestros más largos y dominadores de la historia, gran técnico del toreo, banderillero formidable, actuó ocho temporadas consecutivas en plazas españolas, de 1928 a 1935, y luego fue víctima del llamado “boicot del miedo”, que le hizo perder más de 100 corridas en la Península en la segunda mitad de la década de los años treinta. Una vez reanudadas las relaciones taurinas entre México y España, tuvo una brillante actuación en La Maestranza de Sevilla el 3 de junio de 1945.
Al año siguiente, el 15 de diciembre de 1946, le dio 27 naturales en tandas de seis y siete muletazos al toro Nacarillo de Piedras Negras, alternando con Manuel Rodríguez Manolete y Alfonso Ramírez Calesero en la Monumental Plaza México.
El maestro Armillita, un torero sin ínfulas, tuvo una tauromaquia racional y monolítica que le permitió mantenerse en la cúspide durante muchos años a un ritmo sostenido.
Toreaba en automático y lograba que las dificultades de los toros no se notaran. Fue su estilo impasible y fecundo un manual de inteligencia y de técnica, la más grande fuente de sabiduría del legendario oficio de torear.
El más nuevo continuador de su dinastía es su nieto, el bisoño Fermín Espinosa Díaz de León, quien poco a poco se va abriendo camino en los redondeles.
Fermincito es el iniciador de la cuarta generación de Armillitas, el noveno de su estirpe, el octavo portador del apodo y el cuarto llamado Fermín Espinosa Armillita. De estos, uno fue zacatecano, otro saltillense y dos más de Aguascalientes.