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Diego Luna: lecciones de política y ciudadanía

Los hombres y las mujeres del poder siempre han tenido debilidad por los personajes afamados y su influencia en la sociedad.

OPINIÓN

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Hace unos días Diego Luna leyó el mensaje de #Vamospormás, un frente contra la corrupción creado por académicos e instituciones como el IMCO, Mexicanos contra la Corrupción, Transparencia Mexicana y México Unido contra la Delincuencia. En noviembre, Luna presentó el Corrupcionario Mexicano, una colección de frases y palabras como moche, un político pobre es un pobre político, conflicto de interés y hueso, en la intención de ilustrar y transmitir a la sociedad el problema sistémico que amenaza al país y sus instituciones. El fundador de Canana construyó su discurso sobre tres principios: ideas, propuestas y derechos para romper la extensa maquinaria de corrupción que corre dentro de las instituciones y se extiende a ciudadanos, empresarios y compañías nacionales y extranjeras. El hecho de que Diego Luna se aparte de su trabajo para mutar en el rostro de una batalla ciudadana contra la corrupción tiene significados relevantes, pero me interesa uno de manera sustantiva: el papel de los personajes públicos, afamados e influyentes como impulsores de grandes cambios y reformas cuando el país vive una etapa crítica. Los hombres y las mujeres del poder siempre han tenido debilidad por los personajes públicos y su influencia en la sociedad. Emilio Azcárraga y las estrellas de Televisa, Carmen Salinas y su priismo indómito cuando Roberto Borge aún no nacía; Salinas y el calor de la popularidad de Julio César Chávez y Adela Noriega; la campaña de Francisco Labastida y Juan Gabriel, quien cantó para el candidato priísta: “Ni Temo/ ni Chente/ Panchito será presidente”; César Nava y su matrimonio con Patylú, el gobernador de Chiapas con Anahí, y Enrique Peña en el altar con Angélica Rivera, antes de ser Presidente. Cómo olvidar que Salinas reunió a cerca de ¡200 artistas! alrededor del himno de Solidaridad, el programa estrella de su gobierno al que cantaron Lola Beltrán, Verónica Castro, Daniela Romo, Marco Antonio Muñiz, las Flans, Lola Beltrán y los Timbiriche. El rol de ciudadano preocupado de Diego Luna es muy distinto al de otros artistas que como acompañantes de políticos y regímenes, renunciaron a representar la voz de la sociedad. Hemos visto a Gael García Bernal y Demián Bichir alzar la voz por los migrantes; a Eugenio Derbez repudiar la incapacidad de los gobiernos, a JC. Chávez exigir justicia para su hermano asesinado, a Damián Alcazar tomar una silla en la Constituyente para defender los intereses ciudadanos y a Alejandro González Iñárritu acusar de traición al presidente Peña al humillarse ante Donald Trump. Hoy el eco no es la próxima boda entre la fama y el poder sino la voz de una suma de mujeres y hombres cuya presencia e influencia será esencial para reconstruir el país y recobrar esa vejada y reducida condición llamada ciudadanía. Columna anterior: Crónica del desmantelamiento del IFE (tercera parte)