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El inútil control repúblicano

OPINIÓN

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El Partido Republicano ha estado en control de la agenda y la política de Washington los últimos seis meses, con Donad Trump al frente de la Presidencia y sendas mayorías en las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos. Pero lejos de mostrar un frente unificado, hay un creciente choque entre poderes; por un lado, y entre grupos dentro del partido, por el otro. La confortación de poderes es tradicional en el gobierno estadounidense, pero al mismo tiempo chocante porque se supone hay en principio una armonía ideológica y de proyectos, sobre todo en términos de economía y seguridad. El Congreso es más explicable: hay diversos grupos de interés y un sector ultraconservador que tiene alrededor de 80 diputados, bajo la etiqueta de "consejo de la libertad" (freedom caucus), que busca imponer su agenda a sectores republicanos tradicionales preocupados con la idea de crear una mayoría de gobierno. En ese sentido, de hacer caso a las opiniones de Mike Simpson, un diputado conservador del estado de Idaho que lleva 18 años en el Congreso, las andanzas políticas del presidente Donald Trump y su familia se han convertido en un factor de distracción para el gobierno estadounidense. Es fácil aceptar el análisis. Por un lado, Trump y sus tuits se han convertido en algo así como una fuente de dichos y pronunciamientos políticos que frecuentemente se contradicen con lo que anuncia su propio gobierno. Los dimes y diretes de Trump y los suyos han sido origen de problemas de mayor y menor importancia, pero en especial los devaneos con Rusia que probablemente son tan inocentes como dicen sus partidarios, se han convertido en una sombra sobre la Casa Blanca por la forma en que Trump y su círculo cercano abordaron el tema y de hecho provocaron la actual investigación. Una parte del problema es que, como dice el analista conservador Joseph Lowry, al llegar al poder el presidente Trump "no tenía una agenda, sólo lemas y actitudes. Nadie puede acusarlo de sudar sobre detalles". Esa formulación, añadió Lowry, evita que la Casa Blanca se involucre en negociaciones y es frecuente que alabe una propuesta a la que se opuso días antes, como ocurrió en el caso de los hasta ahora fracasados proyectos para derogar y reemplazar el sistema de salud creado durante el gobierno de Barack Obama. Esa consideración ocurre también en temas de política exterior, y no ha ayudado a crear confianza en el actual régimen estadounidense. Los señalamientos de Simpson y Lowry no provienen de enemigos de Trump, sino de críticos dentro del propio Partido Republicano, preocupados por las consecuencias que pueda tener un gobierno —como el de Trump— donde algunos aprovechan el vacío de detalles para adelantar su propia agenda o usan la cercanía para influir en las opiniones del mandatario. A seis meses de haber tomado posesión, Trump y los republicanos no pueden mostrar logros legislativos, pese a que controlan el gobierno.   Columna anterior: trump: seis meses ¿de qué?