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Antonio O. Fernández: Rusia: coqueteo y tormenta de Trump

OPINIÓN

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Antes de tomar posesión, Donald Trump podía anticipar que su postura hacia Rusia tendría un alto costo político para él. A fines de 2016 el presidente Obama denunció evidencia de que Rusia había intervenido en las elecciones, aparentemente para beneficiar a Trump, y expulsó a diplomáticos rusos como represalia. Para cuando asumió el poder, el FBI investigaba ya los posibles nexos de su campaña con Rusia. Pero en vez de tomar distancia, las acciones del presidente Trump sólo han alimentado suspicacias y reducido el margen de maniobra de su gobierno. En la más reciente sorpresa, la Casa Blanca confirmó el martes pasado que durante la Cumbre del G20 Trump sostuvo una charla de una hora, hasta ahora desconocida, con Vladimir Putin. Nadie, ni su traductor, acompañó a Trump y no hay explicaciones. Es la señal más reciente del deseo de Trump por acercarse con Rusia y con Putin, al que dijo admirar. Esa como presidente, Trump ha cuestionado los reportes de la inteligencia estadounidense sobre la injerencia electoral rusa y el 9 de mayo despidió al director del FBI, James Comey, un día antes de recibir en la Casa Blanca al ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, y reconocer que la decisión se relacionó con la investigación sobre Rusia. Más recientemente, Donald Trump Jr. reconoció que durante la campaña presidencial se encontró con una abogada rusa, junto con su cuñado Jared Kushner y el jefe de campaña, Paul Manafort, con la esperanza de recibir información del gobierno ruso que pudiera ser usada contra la candidata demócrata, Hillary Clinton. Esas acciones han generado desconfianza y recelo en Washington, incluso entre republicanos, y propiciarán que la indagación del fiscal independiente, Robert Müller, sobre el caso ruso se amplíe en temas y alargue en el tiempo. Hay tres razones que pueden explicar el por qué Trump insiste en acercarse a Rusia a pesar del costo político: -Considera que necesita de Rusia para resolver muchos problemas que ponen en peligro la paz en varias regiones del mundo. De ahí que destacó el cese el fuego en Siria como un logro de su conversación con Putin en la Cumbre G20. -Trump ha puesto en duda lineamientos tradicionales de la política exterior estadounidense, incluso la definición de aliados y enemigos. Trump no cree que Estados Unidos deba tener cercanía con Canadá, México, Europa o China y ser enemigo de Rusia. Cada país debe ganarse con hechos la simpatía de Trump. -Su postura hacia Rusia va de acuerdo con el rechazo a los grupos de poder en Washington, el “establishment”, que identifica como obstáculo para sus reformas domésticas. Si la investigación de Robert Müller confirma que el gobierno ruso intervino en favor de Trump, muchos verán una cuarta razón: pagar el favor. Aunque el tema de Rusia representa la mayor amenaza a su Presidencia, se ha convertido en una bandera de Trump y costará mucho a sus asesores quitarle esa idea. Rusia es una tormenta made in the USA.  
*Asociado del Comexi