Mirando Al Otro Lado
Por: Ricardo Pascoe
La propuesta del frente amplio electoral ha provocado una división en la izquierda mexicana. El planteamiento fomentará nuevos alineamientos internos y que viejos alineamientos se renueven, regresando al periodo previo a existiera el PRD. El viejo y cansado PRI dentro del PRD se ha reencontrado y sostiene las mismas propuestas que poseía antes de acercarse a la izquierda. La izquierda, tanto la marxista como la nacionalista, se ha diluido en varias facciones que disputan el control de municipios, diputaciones y espacios de dirección del PRD. Mientras tanto, el echeverrismo succiona a cuadros de los partidos izquierdistas, ahora coqueteándole a México con la máscara de Morena.
Algunos han enfocado sus críticas al planteamiento de frente amplio, sintiéndose excluidos, amenazados otros y señalados los de más allá. La crítica que esgrimen es que la propuesta viola la ideología de izquierda por la que han luchado toda la vida. ¿Ideología izquierdista? Todos los jefes de Gobierno de la Ciudad de México desde 1997, empezando por Cuauhtémoc Cárdenas y pasando por Rosario Robles, Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas, Marcelo Ebrard y, ahora, Miguel Ángel Mancera, han enarbolado un proyecto de gobierno que mantuvo vigente el régimen político que estableció el PRI en la ciudad, corporativismo y corrupción incluidos. Aceptaron que “revolución democrática” era alternancia electoral, y nunca se les ocurrió llevar a fondo la transición política, que hubiera implicado una reforma del Estado en todas sus estructuras administrativas, legislativas, judiciales y políticas.
La reciente Constitución de la ciudad fue otra oportunidad desperdiciada.
Tan cercenada ha sido su idea del “cambio” que nadie objetó incorporar a Manuel Bartlett, Manuel Camacho y Marcelo Ebrard a sus filas, personajes que combatieron violentamente a la izquierda y la alternancia, absolviéndoles sus pecados cuando fueron candidatos de “la revolución democrática”, asumiendo la alternancia electoral como único objetivo. Porfirio Muñoz Ledo, candidato presidencial del PARM en 2000 que declinó a favor de Fox y llamó a votar contra Cárdenas, hoy exige pureza ideológica, negando su pasado y a sí mismo. Ninguno posee credenciales de izquierda.
La confusión política engendra enconos. Algunos aún niegan haberse equivocado al tomar la alternancia electoral como su meta única, abandonando el proyecto de la transición política. Se estacionaron en los laureles de sus victorias electorales y pensaron, siguiendo las enseñanzas de Mao, que la historia es un proceso acumulativo de logros y avances. Lo revolucionario ya no se mide por las ideas, sino por el avance en el número de curules obtenidos y los presupuestos públicos manoseados.
No entendieron que alternancia electoral no es igual a transición política. La izquierda mexicana escogió quedarse en el límite inferior necesario del escalonamiento democrático para ser considerada integrante de la nueva clase política mexicana que emergió, a tropezones, en 1988. Después de ganar la Ciudad de México, claudicó a su compromiso de encabezar la agenda de la transición política del Estado. El PAN cometió el mismo pecado.
El PRI considera que la alternancia electoral deformada existente desde 1997 ha sido cambio suficiente y no hace falta otro empuje transicional. AMLO siempre ha pensado que él, personalmente, encarna la transición política y lo único que el país requiere es que esté sentado en la silla presidencial para resolver sus males. De ahí la percepción reiterada, no sin razón, de que le envuelve un pensamiento mágico, ni siquiera mesiánico.
En cambio, la propuesta de formar un frente amplio muestra que PAN y PRD pueden reconocer el error de haberse contentado con una limitada alternancia electoral, y, a partir de esa corrección, establecer el compromiso de crear el instrumento político abocado a construir las condiciones para la transición política del Estado. Rechazar explícitamente la transición de un sólo hombre y la presunción de que la alternancia electoral deformada satisfizo las aspiraciones de la sociedad mexicana.
La condición indispensable para llevar el país a la transición política es la conformación de un nuevo bloque gobernante mayoritario comprometido con una reforma democrática profunda del Estado. Impulsará otra arquitectura administrativa, jurídica, legislativa y política para atender las necesidades de una sociedad herida por años de gestión de una clase política insensible, corrupta y enajenada de las necesidades de la ciudadanía. Le toca establecer un gobierno de amplia representatividad para hacer la tarea que ni el PRD por sí sólo hizo con sus gobiernos como tampoco el PAN durante sus sexenios en el gobierno federal.
Esta es la razón potente que justifica un gobierno de frente amplio conformado por PAN, PRD y organizaciones ciudadanas. Una encuesta reciente mostró que el 61% de mexicanos piensan que ese frente puede ganar la presidencia. La gente está abierta a un cambio radical, y no se conforma con el conflicto vetusto entre PRI y Morena, ambos comprometidos con el modelo de alternancia sin transición.
El frente amplio es la oferta política más radical que existe hoy en el escenario político mexicano. La encuesta confirma que la gente no se asusta con la idea. Quienes sí se asustan son los viejos y confundidos líderes de partidos que no ven claro su papel en un esquema político nuevo. Ese miedo explica su rechazo sistemático a la transición política.
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