Seamos claros y honestos, la fuerza del PAN no viene de su dirigencia nacional, proviene de décadas de lucha, de los ideales, visión y propuesta de sus fundadores, y de la militancia panista. Viene de la ciudadanía que se ha sumado, que coincide y aporta votos, aquélla que harta de los gobiernos corruptos del PRI, ha visto en él y en las alianzas en las que ha participado, una mejor opción para mejorar a México.
Los resultados favorables de las alianzas del PAN en Coahuila, Nayarit y Veracruz, no obedecen a las dirigencias de los partidos, son mérito de candidatos, militantes y ciudadanos.
Son inoportunos los cánticos de victoria, y mucho más de victorias personales, en medio de la ardua batalla que atravesamos para hacer respetar el voto en Coahuila ante el intento de fraude del PRI, y estando pendiente el análisis de por qué se perdió tan estrepitosamente en el Estado de México; y muy importante, aclarar por qué la prisa del dirigente del PAN por poner la mira en el 2018 y establecer la creación de un frente con el PRD sin consultar a los órganos partidistas.
No hay duda de la trayectoria de Ricardo Anaya, de sus cartas credenciales para aspirar a una candidatura como todo militante del PAN. Sin embargo, lamentablemente está tirando por la borda esas cualidades al estar exhibiendo a todas luces su ambición personal, al estar usando para su proyecto personal al partido, su cargo partidista y los triunfos de los candidatos panistas, por encima del proyecto para el que fue elegido como presidente nacional, no como candidato.
Hacer campaña con victorias ajenas no es ético. Está bien que aspire a la candidatura del PAN para la presidencia de la República, lo que está mal es que crea, como Andrés Manuel López Obrador, que es el único aspirante de su partido, o peor aún, que se sienta ya el candidato. No, en el PAN no se pueden las dos cosas, aspirar a ser candidato, hacer campaña clara y abierta desde la presidencia del partido, y al mismo tiempo ser el dirigente, eso no es de demócratas. En este partido no se puede; se debe ser imparcial, neutral, árbitro, promover democráticamente las aspiraciones de sus militantes.
En el PAN no se puede ser un Manuel Gómez Morín y un Andrés Manuel López Obrador al mismo tiempo. El tiempo panista no puede seguir avanzando con una dirigencia así.
Diacrítico: Esta reflexión y autocrítica partidista es clara. Los panistas no podemos permitir que las aspiraciones personales de cualquier militante se sustenten en la creencia de una figura de candidato único, haciendo a un lado la democracia autoritariamente. No es lo que esperan ni prefieren los ciudadanos. Conozco la ley electoral, conozco los tiempos, y la ley debe respetarse; y elijo ser coherente y audaz, con la convicción de que lo legalmente correcto debe estar empatado con lo moralmente bien hecho.
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