El tío Nacho

El tío Nacho nunca se sintió víctima de nadie. Hasta el fin, cuando jalaba aire por la boca, se hizo responsable de su enfermedad

Ha muerto el tío Nacho. Terminó con los pulmones deshechos tras 40 años de fumador fiel de Raleigh: dos cajetillas al día. Fui el último en despedirse de él, poco antes de que su cuerpo ancho fuera metido en un horno del crematorio. En ese momento sentí la ironía de la vida: estábamos en el marco del día mundial sin tabaco. El tío Nacho nunca se sintió víctima de nadie. Hasta el fin, cuando jalaba aire por la boca, se hizo responsable de su enfermedad. “En esto no voy a culpar a nadie, flaco”, me dijo la última vez con el mismo cariño de 20 kilos menos. Enseguida mencionó algo que todavía traigo en la cabeza: “La primera vez que fumé tenía 22 años, pero ahora con estos ojos de quien va a morirse por el enfisema veo en la puerta de la escuela a chavitos de 12 años dando el golpe a esos cigarros puestos de moda”. Lo constaté la tarde de su muerte. La perla atrapada en el filtro con sabor a chicle que se revienta con los dedos ha dado frutos a las cigarreras para hacerse de consumidores cada vez más jóvenes. La última encuesta nacional contra las adicciones revela que 3 de cada 10 estudiantes de este sector ha fumado. 700 mil alumnos de la secundaria fuman todos los días. Pero no es lo peor. Hay detectados casi 100 mil de quinto y sexto de primaria que se fuman más de un cigarro al día. “Es, además, la puerta de entrada a otras sustancias”, dijo en radio María José Martínez, directora general de Conadic, el día en que los Sánchez volvíamos del crematorio. No era el tío Nacho un hombre que devorara libros, pero sorprendía cómo veía las cosas. Lo que para unos resultaba anecdótico para él eran hechos contundentes que asociados a un contexto determinado hacía que uno pudiera ver lo invisible. Lo que dijo María en radio, a él ya se lo había escuchado otra tarde en que llamó a mi celular. “¿Qué te hice, flaco? ¿Por qué me abandonas así?”, dijo con un temple modulado y luego su voz se quebró. Acababa de salir por segunda vez del hospital y yo no había ido a verlo. Como le eché la culpa al periodismo una vez más acabó dándome lecciones. Me habló también un tanto apenado de los gastos del seguro social para atender su enfermedad y se disculpó. Sin victimizarse, insisto, además habló de las cigarreras y sus aliados en la función pública. Aunque no lo dijo sé que leyó todo lo relacionado sobre el consumo de tabaco. Tenía muy fresco en la memoria el caso de Miguel Ángel Toscano, el ex diputado del PAN, que evidenció sobornos a diputados por parte de trasnacionales para echar abajo impuestos al tabaco como medida que en algunos países ha reducido el consumo. Alguien cercano me dijo que era seguro que en su última etapa el tío Nacho hubiese querido hacer su propia lucha contra el consumo, pero contesté que su muerte e incineración en el marco del día mundial sin tabaco quizá fue su manera de manifestarse. Lo que sí es seguro, dije, fue que le faltó volver a ver campeón al Cruz Azul de sus amores. Columna anterior: Videgaray sigue aprendiendo como canciller