Mundo Google

¿Alguien recuerda la última ocasión que visitó el portal de AOL? ¿El de Yahoo? ¿O el de un maravilloso motor de búsqueda llamado Metacrawler que a principios de siglo parecía destinado a convertirse en el Boba Fett del siglo XXI? No es tan difícil, hagamos memoria, y si bien no podremos recordar con precisión la última ocasión en que ingresamos a uno de esos sitios –por convicción, por accidente o porque la configuración de nuestro navegador nos ofrecía la oportunidad de ello–, con diferencias menores coincidiremos en que alrededor del año 2002 una buena parte del mundo empezó a transportarse a través de la red haciendo uso de Google. ¿Cómo y por qué lo decidimos? Es difícil decirlo. Pero, si lo pensamos un poco, tras el boom y el crack de las punto.com, las compañías que prevalecieron más que empeñarse en sobrevivir lo hicieron pensando en que debían predecir el futuro. Y la mejor forma de predecir el futuro es inventarlo. Volvamos al año 2002. Ya existen el iPod, la Wikipedia, pero no mucha gente habla de ello. Mark Zuckerberg todavía está en la preparatoria y Facebook ni siquiera alcanza a ser una idea en su cabeza. Vamos, faltan todavía algunos años para la invención del iPhone y en el mundo virtual la gente se comunica mediante un servicio de mensajería instantánea llamado Messenger. En algún sentido sarcástico, es un mundo casi prehistórico. Pero en ese mundo primitivo ya existe Google, la empresa fundada por Sergey Brin y Larry Page en septiembre de 1988. Y en su mente tienen la ambiciosa idea de convertirse no en el mejor motor de búsqueda, sino en el único. Eventualmente lo van a conseguir. Y cuando lo hagan nadie va a preguntar por qué nos desplazamos de un sitio a otro en la internet haciendo uso de su compañía. Esta semana, atendiendo otras razones, si bien razones que tienen que ver con el futuro que diseñaron Brin y Page y que hoy vivimos, la Unión Europea impuso a Google una multa de 2,424 millones de euros, por vulnerar la competencia en el mercado de búsquedas por Internet. Esto quiere decir que, a través de su maravilloso algoritmo, Google favorece a sus propios servicios y productos de pago en detrimento de otros ofertantes. Dicho de otro modo, hablamos de prácticas monopólicas con un giro novedoso y genial: el usuario es conducido al sitio de Google sin que él se dé cuenta. La investigación que realizó la UE tomó siete años y concluyó que la forma de conducirse de Google es ilegal bajo los estándares de competencia en Europa. Es posible que así sea. O que se trate también de una medida proteccionista. Lo cierto es que el monopolio de Google existe desde muchos más años, desde esos tiempos antediluvianos en que no sabíamos que un día tendríamos iPhone, tablets y cerca de 2,000 millones de personas estarían conectadas a través de una red social llamada Facebook. El Mundo Google no siempre existió, pero, ¿puede hoy alguien recordar ese tiempo?   Columna anterior: Uber: callejón sin salida y vuelta en “U”