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Alejandro Poiré: ¿En defensa del INE?

OPINIÓN

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Tengo el orgullo de haber sido funcionario de la autoridad electoral mexicana. De 2003 a 2005, encabecé la Dirección Ejecutiva de Prerrogativas y Partidos, y desde ahí, entre otras cosas, fui Secretario Técnico de la Comisión de Fiscalización -en una época en la que el entonces IFE no tenía todos los instrumentos de investigación que hoy tiene el INE- y propusimos sanciones históricas en una elección intermedia para varios de los contendientes de la justa del 2003, incluidos los partidos que perdieron su registro. Sé del profesionalismo cívico con que se conduce la enorme mayoría de quienes integran la que hoy es, a pesar de todo, una de las mejores instituciones públicas de nuestro país. Porque estoy orgulloso de haber sido parte del INE estoy cierto que hay que defenderlo. Le recuerdo al lector más joven que lo que hoy se observa es muy distinto del entorno en que mi generación y las anteriores votaban por primera ocasión (hasta 1988). Que hicieron falta años, décadas de esfuerzo: las huelgas de hambre, las marchas cívicas, las protestas nacionales, el ausentarse de la boleta, las denuncias en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos; en suma, el esfuerzo de generaciones de luchadores políticos de la derecha y la izquierda para construir, por primera vez en nuestra autoritarísima historia, un sistema electoral donde lapremisa elemental, una persona un voto, fuese respetada. Pensará usted, probablemente, que de qué sirve ese principio si las elecciones son a todas luces una mugre, al grado que es difícil vislumbrar esa aspiración de dignidad en nuestra ‘democracia’ híper clientelar. Ahora, si de plano usted piensa que es mejor que no vote la gente, o que solamente vote poquita gente, porque siempre habrá forma de engañarla, sí mejor le invito a que no pierda su tiempo conmigo. Pero si cree que la democracia es el mejor sistema para defendernos del poder arbitrario y ampliar el ejercicio de derechos, entonces sí le interesa, como a mí, que seamos capaces de volver a imaginar, y construir, el sistema político y electoral que nos saque de este equilibrio subóptimo. Y el primer paso para la defensa de esa democracia es la defensa del INE como institución. El INE es muestra, al mismo tiempo, de que sí se puede tener un futuro diferente como lo evidenciaron los comicios locales recientes, y la pléyade de ejemplos de corruptelas públicas de todos los colores y en todos los órdenes vinculados con la competencia electoral. La pregunta es entonces cómo se defiende a una autoridad claramente rebasada como consecuencia de su éxito original. La defensa del INE, entonces, debe venir de dos fuentes. La profunda es reconstruyendo el sistema de financiamiento de la política; será difícil y requerirá reformas legales. Pero la inmediata viene de dentro. De su liderazgo. Y tiene su liderazgo actual una oportunidad, quizá la última, para ejercer a plenitud sus atribuciones y convencernos de que tiene sentido encargarle tantas tareas de regulación en materia de fiscalización de los dineros y de las campañas. En asumir a plenitud su carácter de autoridad administrativa responsable en la materia, y responsable, políticamente, ante la ciudadanía y el Congreso, de que nuestras elecciones no sigan por la ruta que han tomado. Es el Consejo General del INE, particularmente su Consejero Presidente, quien tiene esa oportunidad cardinal. De invitarnos a su defensa. Desde una posición de firmeza y responsabilidad. Ojalá así lo muestre en las fechas por venir. Las oportunidades para ello abundan. *Alejandro Poiré es Decano del Tec de Monterrey.