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La lenta (pero consistente) debacle de Snapchat

OPINIÓN

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El concepto original de Snapchat está estrechamente relacionado con la práctica del sexting (envío de mensajes sexuales a través de teléfonos móviles) y tuvo lugar durante una conversación entre Evan Spiegel fundador y CEO de la compañía, y algunos condiscípulos en la Universidad de Stanford. ¿Y si creamos una app, similar a WhatsApp, en la que los mensajes y las fotos desaparezcan después de algún tiempo? En el tiempo en que fue concebida, Spiegel tenía 20 años y no era muy distinto de cualquier otro joven de esa edad, con la salvedad de que en su educación abundaban clichés de clase, una sexualidad no contenida y una latente megalomanía justificada por cierto talento. No es difícil imaginar a un Spiegel que se toma selfies desnudo y las envía a decenas de chicas. Y no es un secreto que unos emails escritos por él y hechos públicos, lo revelaron como un patán misógino y homofóbico. Una idea así, concebida en los dormitorios de una fraternidad y por una personalidad conflictiva, halló eco, empero, en los hábitos de una nueva generación. Así, Evan Spiegel logró capitalizar Snapchat y convertirlo en una red social que muy pronto despertó la admiración y la envidia de plataformas bien establecidas como Facebook, Instagram o Twitter. El espíritu disruptor de Spiegel le alcanzó para dotar a Snapchat de diversas características, mayormente encaminadas a la fotografía y el video, que en su momento maravillaron a Mark Zuckerberg, al grado de poner sobre la mesa 3,000 millones de dólares por la compañía. Previsiblemente, y montado en la cresta de una ola que parecía un tsunami, Spiegel dijo que no. El innegable talento de Spiegel le sirvió para enamorar a Miranda Kerr y para convertir a Snapchat en una empresa pública cuya IPO tuvo lugar el pasado 2 de marzo, con un precio de salida de 17 dólares por acción que concluyeron el día en 24,48. Ese día Snapchat Inc. levantó 3,400 mdd y los analistas estimaron que el valor de la compañía rondaba alrededor de 25,000 mdd. Nada mal para un joven megalómano y mamón que el 4 de junio cumplirá 27 años. Es sólo que el target de Spiegel y Snapchat fue una generación naciente que se guía por fenómenos trendy que, una vez agotados, dejan de serles atractivos. Facebook, Instagram y estos días Skype, han clonado las alguna vez revolucionarias virtudes de la compañía y las han incorporado a los productos de sus plataformas. Y sí, Snapchat sigue creciendo (tiene 166 millones de usuarios diarios al primer trimestre de 2017), pero su crecimiento se ha ralentizado y empieza a mostrar los síntomas de una curva descendente. Hoy los analistas estiman que la compañía está sobrevaluada y el comportamiento de sus acciones es errático y mediocre. De acuerdo, alguna vez tuvo gracia hacerse un video con el filtro del perro o fotografiarse con los ojos tiernos y saltones, pero ya, ya fue. Evan Spiegel creó una moda, pero ya, ya fue.   Columna anterior: Entre el olvido, la memoria y Frank Underwood