La ciudad huele a basura, a la combustión de los automóviles, pero también hay un fuerte olor a excremento, cuya emisión de gas metano contribuye a la contaminación ambiental y al efecto invernadero que padecemos todos los días.
No se trata de una cruzada contra los dueños de los perros, ni de asegurar que las heces de las mascotas son las únicas que provocan la contaminación en la ciudad; se trata de hacer conciencia de la responsabilidad que implica tener un animal, que es un ser vivo con necesidades.
En Nueva York si el perro defeca en la calle, la multa es de alrededor de mil dólares aunque el dueño levante las heces, porque de acuerdo con su cultura cívica se saca a la mascota a pasear, no a defecar. En la Ciudad de México el concepto es diferente, la multa es por no recoger las heces y va de 1 a 10 días de salario mínimo, pero las autoridades no la aplican, basta darse una vuelta por las calles o los parques.
El biólogo Fernando Leyva, con su equipo, tiene un proyecto denominado Composcan, para convertir el gas metano que se emite con las heces de los perros en un biogás y generar electricidad, hasta el momento no ha encontrado interés de las autoridades para enfrentar este problema.
Visitó a la autoridades de las delegaciones Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Magdalena Contreras donde gobierna Morena, PAN y PRI respectivamente, así como a la Secretaría de Salud del gobierno perredista, pero no les interesó.
Nos comenta que en Canadá existe un proyecto similar al de Composcan, que arranca en septiembre; la propuesta en ese país incluye colocar los contenedores en parques, para que los perreros depositen el excremento y ahí mismo se procesa el gas metano que iluminará ese espacio público.
Hasta el momento no hay cifras oficiales de la cantidad de perros que viven en la ciudad, de acuerdo con especialistas hay un perro por cada 6 personas, cada uno produce entre 300 y 600 gramos de heces diariamente; si en la capital vivimos 8.8 millones de personas, son alrededor de 1.4 millones de perros, entonces en promedio serán 600 toneladas de excremento cada día.
Aunado a ello las personas que sacan a sus perros a defecar usan bolsas de plástico que no se degradan fácilmente y generan otro problema de contaminación. Fernando Leyva destaca que esto es un círculo vicioso y las autoridades de salud y ambientales no han realizado campañas efectivas que hagan conciencia entre la población.
Las autoridades capitalinas han sido omisas, mirar para otro lado ha sido suficiente para ellos, ni siquiera cuentan con cifras oficiales, no hay una campaña que dé opciones a la población, ni se cuenta con programas dirigidos a este problema de salud pública.
Las consecuencias del efecto invernadero para nuestro planeta las estamos viviendo y si no hay activismo de cada uno para cuidar el ambiente, lo mínimo que podemos hacer es ser responsables en nuestro entorno. Mientras algo huele muy feo en la ciudad.
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