La presidenta Claudia Sheinbaum presentó este jueves 23 de enero una iniciativa de reforma constitucional para declarar al maíz como elemento de identidad nacional y garantizar su cultivo libre de transgénicos. La propuesta busca modificar los artículos 4 y 27 de la Constitución y establece, entre otros puntos, que se entiende como maíz transgénico aquel modificado genéticamente mediante tecnología recombinante para introducir secuencias de ADN o ARN de otra especie.
El proyecto se inscribe en un contexto político y técnico complejo, ya que más allá de las restricciones legales, los genes transgénicos ya están presentes en distintas regiones del país. Esto lo confirmó José Luis García Hernández, investigador de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro campus Torreón, quien asegura que es prácticamente imposible evitar la diseminación de estos genes en los campos mexicanos.

García Hernández es ingeniero agrónomo fitotecnista y Maestro en Ciencias en Producción Agronómica en la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”. Es Doctor en Ciencias egresado del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (CIBNOR), y líder del Cuerpo Académico Consolidado “Desarrollo Agrícola Sustentable”, además de fungir como Inspector Orgánico certificado por la Organización Organic Crop Improvement Association (OCIA).
La presencia del maíz transgénico
De acuerdo con el doctor García Hernández, el polen de maíz transgénico puede viajar grandes distancias impulsado por el viento, el transporte de semillas y el manejo de cosechas. “En estados como Oaxaca, Chiapas y Guerrero, donde predominan variedades nativas de maíz, ya se han encontrado rastros de genes transgénicos. Esto ocurre de manera natural, sin intervención directa del ser humano”, explicó.

El investigador mencionó que en países como Estados Unidos y Canadá, la legislación permite registrar los genes transgénicos como patentes, lo que ha provocado problemas legales por la diseminación accidental de genes en cultivos tradicionales. En México, aunque no existe un marco similar, estudios de campo han demostrado la presencia de transgénes en maíz criollo.
“El polen puede recorrer kilómetros. Hemos visto cómo la arena del desierto del Sahara llega a México; el polen, que pesa mucho menos, se desplaza con mayor facilidad. Esto hace inviable una prohibición total de los transgénicos”, afirmó García Hernández.
Prohibición: ¿solución o medida simbólica?
La iniciativa presidencial llega en un momento de tensión comercial. Estados Unidos ganó recientemente una controversia contra México por las restricciones a la importación de maíz transgénico. Sin embargo, el gobierno busca limitar la siembra de este tipo de cultivos en territorio nacional para proteger los maíces nativos y su diversidad genética.

Para García Hernández, estas medidas son insuficientes. “Negar a los productores mexicanos el uso de variedades transgénicas también implica limitar su capacidad de competir. Si bien hay principios agroecológicos importantes, en la práctica, muchos de esos principios ya no son aplicables porque los genes transgénicos están presentes”, señaló.
El investigador hizo un llamado a invertir en investigación científica para identificar y preservar aquellas variedades que aún no han sido contaminadas. También destacó la importancia de establecer bancos de semillas que resguarden la diversidad genética del maíz, como se hace en otros países.
“Es necesario financiar proyectos que permitan rescatar y estudiar las poblaciones de maíz criollo libres de transgénes. Esto requiere recursos significativos y una visión científica a largo plazo”, enfatizó.
Situación en la Comarca Lagunera
En regiones como la Comarca Lagunera, donde predomina el cultivo de maíz para forraje, el impacto de los transgénicos es menor debido a que las plantas se cosechan antes de alcanzar la madurez reproductiva.
“El maíz que se cultiva aquí no llega a producir grano porque se utiliza como alimento para el ganado lechero. Sin embargo, gran parte de la semilla utilizada proviene de Estados Unidos, por lo que es muy probable que sea transgénica”, explicó García Hernández.
A pesar de esto, la región enfrenta retos para competir con estados productores de maíz como Sinaloa o Tamaulipas. Esto subraya la necesidad de desarrollar tecnologías y estrategias que permitan a los agricultores locales mejorar su productividad sin sacrificar la sustentabilidad.
Inversión en ciencia, clave para el futuro
El doctor García Hernández destacó que cualquier política destinada a proteger el maíz nativo debe ir acompañada de una inversión sustancial en investigación y apoyo a los productores.
“Si el gobierno realmente quiere proteger los maíces nativos, debe destinar recursos para identificar y conservar las variedades libres de transgénes. Esto también implica educar a los productores y brindarles herramientas para competir en un mercado globalizado”, afirmó.
Además, subrayó la importancia de los bancos de germoplasma, espacios donde se resguarda la diversidad genética de las semillas. Estos bancos son esenciales para enfrentar los retos que traerá el cambio climático, como temperaturas más altas y sequías prolongadas.
“Países desarrollados están invirtiendo en la conservación de recursos genéticos porque saben que la variabilidad es clave para adaptarse a condiciones futuras. En México deberíamos hacer lo mismo”, concluyó.
El debate sobre el maíz transgénico en México pone de manifiesto las tensiones entre políticas públicas, intereses económicos y la realidad científica. Mientras el gobierno busca proteger el patrimonio genético del país, los investigadores destacan que los genes transgénicos ya están presentes en el campo mexicano. La solución, según el experto, radica en una mayor inversión en ciencia y apoyo a los productores, más que en medidas prohibicionistas que no abordan la complejidad del problema
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