MEXICANOS EN ESTADOS UNIDOS

Cruzó el desierto embarazada, triunfó y ahora defiende a los paisanos: la travesía de la chef mexicana más querida de EU

Atzimba Pérez emigró indocumentada con su recetario bajo el brazo para conquistar los paladares más exigentes con platillos prehispánicos. Por ello y por su aguerrida historia de vida se ha convertido en la chef mexicana más querida y respetada de Chicago.

NACIONAL

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Descendiente de grandes cocineros purépechas, Atzimba Pérez lleva en su ADN la sazón y la pasión con las que transforma los ingredientes más humildes en manjares sublimes. Por ello y por su aguerrida historia de vida se ha convertido en la chef mexicana más querida y respetada de Chicago.

La relación entre Atzimba y la cocina empezó a gestarse desde sus primeros años de vida, cuando corría por los caminos de Ciudad Hidalgo, Michoacán. Su padre, Don José Guadalupe Pérez, mejor conocido como “El Pillo”, preparaba uno de los platillos típicos del estado como nadie: las famosas carnitas de cerdo, mismas que llegaron a conquistar el paladar del ex presidente de México, Lázaro Cárdenas.

“Mi mamá hacía comidas para las fiestas patronales y mis abuelitas y tías son cocineras muy fregonas. Para mi familia la cocina siempre ha sido una constante en su vida, con eso se mantenía, así que desde niña he estado rodeada de cocinas”, relató Atzimba Pérez en entrevista con El Heraldo Digital.

Los consejos de cocina ancestrales y de vida de su padre impulsaron a Atzimba a perseguir sus sueños, por lo que con esfuerzo logró conseguir un título universitario en “Hotelería y Gastronomía” en Morelia.

Pagó gran parte de sus estudios con las ventas de algunos de sus inigualables postres en la cafetería de la escuela, y tan famosa se hizo que dos semanas después de graduarse, abrió una pastelería en la ciudad. Tres meses después abrió un segundo establecimiento.

La travesía de la Monarca

Atzimba señala que es una mujer “terca” y “muy independiente”; aunque en un principio no tenía muy claro hasta dónde quería llegar, sí sabía que su futuro estaba lejos de su amado Michoacán, donde le dieran la “libertad de ser ella misma”.

“La educación que tenemos los mexicanos de ‘tienes que casarte, tienes que estar con tu esposo y esperar a ver qué te da’, para mí eso no va, ¿cómo voy a esperar que alguien me de si yo fui a la escuela? Es difícil ver a una mujer independiente económicamente, mentalmente y espiritualmente, este es mi caso, así que hubo inseguridad por parte de mi pareja y me vine por un pleito que tuvimos”. 

Las mariposas monarca son mundialmente conocidas por la migración que realizan cada primavera, una increíble travesía que parte de diferentes bosques de Michoacán a Norteamérica, y que comprende volar entre 2 mil a 4 mil millas, distancia similar a la que tuvo que recorrer Atzimba para llegar a Chicago.

A diferencia de los pequeños insectos voladores, Atzimba emigró con su recetario bajo el brazo, pero sin documentos migratorios, por lo que se vio orillada a pedir la ayuda de un coyote.

No fue nada fácil llegar a las tierras del país vecino, Atzimba trató de cruzar la frontera 6 veces, hasta conseguirlo en la séptima ocasión. Cada intento estuvo acompañado por una serie de eventos que pusieron en riesgo su vida y por si fuera poco, la de un bebé de 8 meses que cargaba en su vientre.

Se topó con el feroz desierto y su temible fauna: escorpiones y víboras de cascabel pendientes de morder a todo aquel que caminara por la árida tierra; anduvo por largos trayectos montañosos sumamente escabrosos; y pasó algunas noches en hoteles de “mala muerte” con chinches, cucarachas y “otras cosas horribles que no puedo contar”.

“No podía correr en el monte porque traía la panzota, pero así fui, con riesgo de que se me quebrara un pie, y luego veníamos en un tramo donde la gente que venía en la camioneta no se quería bajar, porque si se bajaba había víboras de cascabel y muchos han muerto en el desierto por picaduras, entonces preferimos hacernos pipí en la camioneta donde veníamos”, contó.

Sin embargo, la experiencia que más marcó a Atzimba fue el día en que logró cruzar la frontera y ya estaba por llegar a Chicago, pero de un momento a otro todo se derrumbó, las autoridades policiales detuvieron la camioneta y con ella a todos los inmigrantes. Esa fue la penúltima vez que intentó llegar a Estados Unidos.

“Ya veníamos con la ilusión de llegar a Chicago, cuando veo el retén en medio de la autopista de 8 carriles. Los policías nos agarran, nos meten a la cárcel todo un día, y yo con mi panza, protegiendo a mi bebé. Había familias llorando de desesperación, porque ya nos habían regresado muchas veces, pero yo les contaba chistes para que mi hijo no sintiera el dolor y el miedo que en realidad todos estábamos sintiendo”, recordó con los ojos llorosos.  

Bienvenida a la “Ciudad de los Vientos”

Una vez en Estados Unidos, Atzimba empezó desde cero, a pesar del racismo y la discriminación de los que fue víctima, entró a trabajar a una conocida cadena de comida rápida; sin embargo, no contaba con que la fama de sus postres la seguiría hasta Chicago.

Algunos paisanos reconocieron a la michoacana, y tras añorar los sabores mexicanos, comenzaron a hacerle numerosos pedidos con los que quedaron fascinados. 

“‘¿Qué tú no eres la hija de Don Pillo, la que vendía pasteles en Ciudad Hidalgo? Mi mamá me decía que hacías unos pasteles bien ricos, ¿me haces unos?’, yo les decía que sí y así me fueron pidiendo pasteles de XV años y de bodas. Mi esposo también se vino a Chicago y poco a poco fuimos creciendo y haciéndonos de nuestras cositas”.

Emprender con las alas abiertas

A pesar de las adversidades, Atzimba continuó elaborando alimentos bajo pedido a la par que trabajaba como mesera. Después de un tiempo ingresó al Union League Club, el círculo social más importante de Chicago, donde conoció a grandes personalidades, desde reconocidos pintores y músicos, hasta Barack Obama y el actual presidente de EU, Joe Biden.

Un día, el presidente de la Cámara de Comercio Hispano de aquel entonces, Omar Duque, la contrató para que le preparara un banquete, mismo que incluía su tradicional pastel de 3 leches relleno de fresas, envinado con crema de chongos zamoranoscharanda -bebida alcohólica típica de Michoacán, obtenida a partir de la destilación del jugo de la caña de azúcar-. Tras enamorar a todos sus invitados con la comida, Duque y su esposa la motivaron para que fundara su propia empresa.

“Llega Omar y me dice ‘Atzimba, ¿ya viste el talento que tienes? los invitados se quieren comer los platos, le estás robando a la gente el gusto de probar tu cocina ¿quieres que te apoye para que pongas tu compañía de banquetes?’. El club me corrió por no tener mi situación migratoria arreglada, pero la Cámara me ayudó a registrar mi negocio con el estado”, platicó.

En ese momento nació “Atzimba Catering and Events”, empresa con la que hasta la fecha busca imprimir el sello mexicano en los platillos que sirve en cada evento que la contrate. Atzimba se ha dado el lujo de regresar al prestigioso club, pero ya no como empleada, sino como una integrante más y dueña de su propia empresa.

La chef mexicana es fiel creyente de que la comida prehispánica es una forma de preservar sus raíces, por lo que generalmente prepara alimentos inspirados en lo que se comía antes de que los españoles llegaran a México y lo conquistaran en el siglo XVI. Es por ello que la tradición prehispánica aparece en cada una de sus propuestas. 

De chef a activista 

Para Pérez, quien se convirtió en la chef oficial de la Cámara de Comercio Hispano y ha permanecido ahí por 12 años, el sueño americano tiene un significado diferente al de la mayoría de inmigrantes: como las monarcas, ella anhela regresar a su amado Michoacán para reencontrarse con su gente y sobretodo con su padre. 

Afortunadamente, sus abogados, “los más fregones de EU” aseguran que su situación migratoria está por resolverse.

A lo largo de 25 años, la chef ha sido una gran activista en Illinois; actualmente "defiende" las personas inmigrantes que como ella han sufrido racismo por su estatus migratorio, además de apoyar a diferentes organizaciones, en especial aquellas que ven por los niños que padecen cáncer y son de escasos recursos.

“Yo creo que el día que regrese no voy a besar el piso, no voy a besar la tierra, yo creo que me la voy a comer, porque ya pesan 25 años de estar aquí”, comentó al momento en que se le quebró la voz.

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