Han pasado ya seis meses desde la última función debajo de la carpa del Circo Madagascar. Las 30 familias que dependen directamente de este oficio han tenido que buscar otras opciones para sobrevivir, porque la pandemia del COVID-19 paralizó todas las actividades; desde entonces, el circo no ha abierto.
Originarios del norte del país, la familia Meraz se quedó varada en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, debido a que el problema sanitario los alcanzó cuando apenas llevaban una semana de funciones.
“Nosotros somos gente de circo, te estoy hablando de más de 130 años de tradición circense. Con esta pandemia, es la primera vez que el circo está en estas condiciones a nivel general, a nivel mundial, verdad, porque ahorita no es nada más aquí, es a nivel mundial. El circo está pasando una crisis muy dura. Desgraciadamente, tenemos que hacernos escuchar para que nos tomen en cuenta como mexicanos”, dijo Rebeca Meraz, una de las responsables del circo.
Payasos, malabaristas, artistas y todo el personal de utilería regresaron a sus lugares de origen, porque no hay trabajo desde marzo, “Ya no pudimos dar nuestras funciones y eso requiere mover el equipo. Tenemos que descansar a la gente, que se fueran a sus casas por lo peligroso de la enfermedad. Y sí, se regresaron choferes, artistas; están esperando nuevo aviso para reiniciar las temporadas del circo”, señaló Dionary, uno de los malabaristas de este circo.
Los seis integrantes de la familia que permanecen en Juchitán han tenido que buscar alternativas, por lo que han salido a las calles vender algunos productos que elaboran.
“Vamos a la calle a vender palomitas, manzanas, churros, que es lo que más se vendía, pues, lo que se puede, no es fácil conseguir trabajo, entonces, salimos a vender”, dijo.
Indicaron que esperan que las autoridades sanitarias decreten el semáforo verde. Mientras, el personal aguarda a que se reanuden las actividades y vuelvan los aplausos.
Por José Luis López
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