‘Imposible mantener el encierro’

Para los adultos mayores acatar el encierro por la emergencia sanitaria por el COVID-19 suele resultar difícil. Y aunque algunos lo toman de manera tranquila, para otros la situación económica es lo más duro, y dejar de laborar es prácticamente imposible.

La señora Ana Laura Jiménez vive sola en la colonia Obrera y ante la contingencia dice que lo más complicado es la situación económica, ya que todo lo básico encarece. Sin embargo, se dice optimista y afirma que lo mejor es "guardarnos en casa, aunque comamos frijoles".

"Hay quienes no tienen la posibilidad de comprar ni un kilo de huevo porque se ha disparado hasta en más de 40 pesos, y la gente que somos de esta generación es muy difícil que contemos con dinero suficiente ante una situación como ésta; el limón, por ejemplo, está hasta en 38 pesos, además la leche y el queso se han disparado tremendamente", dice a EL HERALDO DE MÉXICO.

Después de que el gobierno decretó la emergencia sanitaria para evitar más casos de COVID-19, con aislamiento domiciliario estricto para adultos mayores, para la señora de 62 años de edad las medidas no los protege del todo porque hay mucha gente que "no tiene sentido común" y seguirán saliendo a las calles.

"Se vienen situaciones muy complicadas, ya ven los casos en Italia, España y Estados Unidos, que se ha incrementado el virus y pienso que es por la idiosincrasia de la gente", afirma.

La situación podría ser caótica, ahonda y desde hace días Ana Laura decidió aislarse para evitar ser contagiada. Aunque no padece enfermedad alguna, prefiere quedarse en casa, hacer ejercicio dentro y pedir a sus vecinas que la apoyen con su abasto diario.

“Es duro no ver a mis dos nietos, pero hay que cuidarnos”, afirma la señora que es jubilada.

En contraste, Irma Maya y su esposo Carlos Ramírez, ambos adultos mayores, toman la restricción con más calma. Aunque han pedido a sus hijos no visitarlos para evitar contagios, buscan diferentes formas de pasar el rato, como hacer yoga.

Gráfico: Arturo Ramírez

"Yo practico yoga y ya cuando se me empieza a alocar un poquito la mente hago meditación y todo tranquilo", cuenta doña Irma.

Don Carlos sostiene que únicamente salen a comprar alimentos que les duran 15 días para mantenerse la mayor parte del tiempo en casa para descansar y "mantenernos ocupados y que no se nos haga tediosa esta espera, hasta que podamos hacer una vida normal". Ambos confían en que la emergencia pasará pronto.

Otro caso es el de Patricia, de 72 años. Trabaja desde los 12, luego de que se escapara de un pueblo en la sierra mixe de Oaxaca, donde su padre pretendía venderla. "Llegué a la Condesa a trabajar. Hacía el trabajo de tres sirvientas", recuerda desde su asiento a las afueras de Lonchería Mely, el negocio que puso con su esposo muerto hace cinco años.

"Él era ingeniero; me enseñó a vender tamales y tacos para que él pudiera terminar su carrera", recuerda.

Luego comprarían un departamento y la accesoria que este sábado cerrará, debido a que la contingencia por COVID-19 ha alejado a los clientes.

Patricia está consciente que no salir a la calle será un reto. Desde hace más de 30 años se levanta a las 6:30 de la mañana, vende tortas y café, luego comidas y hasta se da tiempo para alimentar a personas en situación de calle en la colonia Roma.

Su edad la coloca en un grupo de riesgo en caso de contraer el virus, pero a ella le asusta más no salir, dejar de ver a las personas que le brindan un "buen día".

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De hecho, le da la razón al presidente López Obrador en su decisión de parar labores, pese a sus más de 70 años.

"Él dice que le gusta mucho trabajar y es uno de los míos, porque yo tengo 72 años y quiero seguir trabajando", concluye.

Por Misael Zavala y Nayeli Cortés
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