Vivir en cuarentena no es fácil, estar aislada y con el temor de ser contagiado ha generado un sentimiento de preocupación, de ausencia, pero también de risas y pláticas con los amigos, o al menos es como se sienten los mexicanos que radican en Italia, que hasta hace una semana era el epicentro de la pandemia.
Hoy se lucha contra un enemigo invisible al que sólo se puede combatir con alejarse del mundo, de la familia y viviendo una extrema higiene, de una pandemia que ha dejado al menos 30 mil fallecidos y 115 mil contagiados.
Karla Ysunza, mexicana de 52 años, que vive en la ciudad de Bérgamo la más golpeada por el COVID-19, dijo a El Heraldo de México: “Escuchó las ambulancias y se me pone la piel chinita, pienso, ahí va uno más a punto de morir”.
Ella evita salir de su casa, mantiene ventanas cerradas, en el edificio donde vive han muerto tres personas (hasta la semana pasada), “es una sensación mortuoria, no es el mismo silencio de un domingo común, porque no hay nadie en las calles. Bérgamo se ha convertido en un cementerio”.
[nota_relacionada id=940117 ]De acuerdo con el censo de 2015, en Italia radican alrededor de 4 mil 367 mexicanos, muchos de las cuales decidieron permanecer en el país europeo, porque ahí han echado raíces y han forjado su patrimonio.
Por su parte, el seminarista Ernesto Simroth, quien lleva cuatro años viviendo en Roma, en el Colegio Internacional Legionarios de Cristo, quien junto con 200 hermanos, decidió permanecer en Roma, platicó a este diario que deben estar muy atentos a mantener la distancia, tanto en el comedor como en la capilla, y si alguien presenta un ligero síntoma, hacen cuarentena en su recámara.
“Nos ayuda a valorar, y requiere que ejercitemos algunas virtudes que aquí ya damos por hecho, la paciencia, la esperanza, por ejemplo, el escuchar las noticias y ver que hay tantos muertos, y al mismo tiempo debemos practicar la gratitud de saber que nosotros estamos bien, porque casi es un milagro que siendo más de 200 seminaristas en un solo centro, hasta ahora no ha habido ningún enfermo”.
Por Pablo Esparza
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