La pandemia de COVID-19 disuadió a los miles de visitantes que cada año acuden a las zona arqueológica de Teotihuacán a recargarse de energía en el equinoccio de primavera.
Pese a que este jueves ocurrió el fenómeno y que la zona arqueológica no cerró, pocas personas acudieron al lugar, a diferencia de otros años, cuando en estas fechas se observan visitas multitudinarias.
Aun así, algunos paseantes asistieron a este lugar prehispánico, como lo marca la costumbre: vestidos de blanco.
Las escenas fueron contrastantes con las de hace un año, cuando más de 60 mil personas y danzantes con indumentaria azteca recibían a la primavera, entre cantos y baños de incienso.
Este miércoles, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) anunció que el espacio no va a abrir este 20 y 21 de marzo, con el fin de evitar la aglomeración de personas, entre ellas procedentes de otros países, y que se pueda dar lugar a la propagación del nuevo coronavirus.
“Agradecemos la comprensión del público en general y, en particular, de la población que regularmente acude a esta zona arqueológica los días relacionados con el equinoccio de primavera”, señaló el INAH en un comunicado emitido en su portal web.
El anuncio del cierre del sitio ocurrió después de los alertamientos federales y de que el gobierno del estado anunciara la suspensión de visitas en todos sus parques, zonas ecológicas, museos y centros culturales.
Teotihuacán iba a ser el único espacio que oficialmente permanecería abierto, en toda la red de museos y zonas arqueológicas administradas por el INAH, entre ellas Chichen Itzá, donde turistas en grandes cantidades también suelen recibir a la primavera.
Este jueves, la única restricción que las autoridades federales dispusieron en la denominada Calzada de los Muertos fue la realización de ceremonias prehispánicas o recorridos guiados que aglomeraran a grupos de personas.
Antes del anuncio oficial, especialistas de esa dependencia advirtieron las consecuencias sanitarias que la apertura del centro prehispánico tendría en sus visitantes.
El arqueólogo Sergio Gómez Chávez fue uno de ellos. “El uso de desinfectantes para manos es recomendable, pero no suficiente, pues la transmisión del virus puede darse de otras formas que se ven favorecidas por el contacto personal en grandes aglomeraciones”, escribió, en una carta dirigida esta semana a Diego Prieto, titular del INAH.
Sin embargo, esta no es la primera ocasión que esta zona, declarada Patrimonio de la Humanidad, cierra sus puertas al público ante una epidemia, pues en 2009 sucedió con la influenza AH1N1.
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Por José Ríos
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